SIETE†

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Estoy cenando con mi madre, ella me mira con intriga, me limito a comer pero su mirada penetrante me hace alzar la vista.

—Y.....—divaga—. ¿Por qué tardaste tanto?—me pregunta y me atragantó con la comida, tomo un sorbo de agua y me limpio rápidamente con una servilleta.

—Me hicieron esperar—miento.

—Lo supuse, la iniciación no suele durar demasiado—me dice y desvío la mirada, el calor de mis mejillas me delata.

¡Por Satán! Ahora necesito saber más.

—¿Cómo fue tu iniciación? —le pregunto.

Me gustaría saber si a ella le gustó tanto como a mí, Ella sonríe y hace un mohín, trato de alejar los pensamientos impuros de mi mente.

—Dolorosa, estuve aliviada cuando acabo—me dice relajada.

Bien, empiezo a creer que tengo serios problemas.

—¿Y satán hablo contigo?—ella me mira extrañada, menea su cabello blanco hacía atrás y deja salir un suspiró restándole importancia a mi pregunta.

—Satán, no habla con nadie, no te sientas mal, es un proceso—ella se levanta y me acaricia el cabello—. Ahora eres libre cielo.

¿Soy libre o me condene a un infierno del cuál nunca estudié?

Le regaló una sonrisa y asiento.

—Estuvo delicioso madre, pero iré a repasar mi Grimorio—me levanto de la mesa y ella asiente.

Volteo a verla y no puedo evitar sonreír, agradezco tanto la mujer maravillosa que me crío y me alahaga que su belleza fuera mi herencia.

Ojalá tenga la oportunidad de heredar eso de las Blassend.

Entró a mi habitación y saco de la bolsa la rosa negra que estaba en la cama, no se si representa algo, pero es tan hermosa que no pude solo dejarla ahí, inhaló su aroma una vez más y la colocó en mi tocador.

Me deshago de la ropa, necesito sentirme cómoda, me dejó solo las bragas y me pongo mi bata de seda para cubrirme, me hago una coleta alta mientras me miró al espejo, tengo chupetes por toda mi piel y pequeñas marcas de mordida, empiezo a sentirme acalorada de solo recordar la escena.

Me acuesto en mi cama y no puedo dejar de pensar en lo que pasó, el cuerpo me sigue ardiendo de necesidad, paso mi mano por dónde me toco y cierro los ojos tratando de revivir ese momento, la respiración se me empieza a cortar y mi cuerpo súplica ante la necesidad que me invade de volver a sentir, de volver a vivir, me muerdo el labio mientras arqueo mi espalda, al mismo tiempo que bajo mi mano a mi entrepierna, alzó mi bata y doy pequeños masajes sobre mis bragas, cierro los ojos tratando de embriagarme con su recuerdo.

<<En el infierno arderá quien se acerque a tí.>>

Recordar eso solo hace que el calor en mi cuerpo aumenté, puedo sentir la humedad quemando mi ser, el fuego en mi zona se expande y  relamo mis labios dejándome llevar por el recuerdo de sus besos, su agarre y la manera de acariarme.

—¡Joder! Creo que vine en mal momento—dice esa voz que me hace pegar un brinco y levantarme rápidamente.

—¡Por satán, Az! No puedes entrar como una persona normal y tocar —le digo avergonzada.

Siento que las mejillas me arden, me acomodo la bata y miro hacia la pared, no soy capaz de mirarlo a los ojos.

—¿Acaso somos normales? Solo quería saber cómo te fue y ver si te podía ayudar.

—Ayudar.. ¿Ayudar en que? —tartamudeo y mis mejillas se calientan más.

Él se acerca lentamente a mi, sus ojos tienen un brillo que nunca había visto en él, paso saliva y le sostengo la mirada.

Sigil ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora