Clara debió de consultar su decisión de ayudarme con la almohada porque al día siguiente había cambiado de opinión. Me dijo que debía tener paciencia, me quedaba poco para cumplir los dieciocho y entonces nadie podría mantenerme allí en contra de mi voluntad. Puede que tengas razón, murmurè conteniendo las lágrimas.
Una semana más tarde volvió a cambiar de opinión:
- He estado pensando y creo que es mucho mas fácil sacarte de aquí de lo que pensaba al principio. En realidad se pasan controles para entrar pero no para salir. Tienen miedo de que se cuele un periodista o algo pero no de que se escape nadie, la gente paga fortunas para estar aquí.
- Porqué has cambiado de opinión?- lo veo en su cara, ha pasado algo, está pálida.
- Hoy vi a tu madrastra cuando entró al despacho del director me colé en el de al lado y puse la oreja. Quiere inhabilitarte, que no puedas decidir aunque seas mayor de edad, tu padre está de acuerdo.
- Como? Ni que hubiera matado a alguien!
- Eso es lo que ella vende, que prácticamente intentaste matar a tu hermana.
- Ay dios!!! Qué voy a hacer, Clara?
- No tienes quién te ayude?
- Mi novio, mi mejor amiga, ellos me pueden ayudar de momento.
- Y familia? Alguien mayor?
- Por parte de mi madre solo tengo una tía que no veo desde pequeña, puedo intentar localizarla.
- Mañana tengo guardia de noche, a las 6 o asi baja, te dejare la puerta trasera abierta, vas al parking, mi coche es el clio rojo, un asco, estará abierto, te escondes en la parte de atras en el suelo. Cuando me vaya a las 6:30 te sacare en mi coche y te dejaré donde quieras.
- Gracias gracias gracias!
No podía creerlo, iba a salir de mi celda, pisar la calle de nuevo, ver a Roberto y Carlota, ellos me ayudarían a hacer justicia y mi padre tendría que suplicar mi perdón.
Todo salió según lo planeado.
Clara me dejó frente a la casa de Roberto, incluso insistió en que aceptara algo de dinero, por si acaso y su numero de teléfono, por si la necesitaba. La abracé antes de bajar del coche y crucé decidida la calle.
Era muy temprano y la ciudad estaba despertando.
Toqué el timbre del piso de Roberto, este año sus padres habían accedido a pagarle un apartamento para él solo en el centro, lo que a mi me venía de lujo en esos momentos.
Insistí, eran las ocho, aún estaría dormido. Nada.
De Roberto ni rastro, el que apareció fue el portero.
- Necesita algo, señorita?- me miró de arriba a bajo, mi aspecto no era el habitual de la gente que frecuentaban el edificio, eso seguro.
- En realidad si, estoy buscando a Roberto del Haro Guzmán, soy su novia, me ha visto un par de veces por aquí, aunque con un aspecto muy diferente...verá, es que vengo de correr.
- El Señor del Haro...acaba de llegar.
Miro a mi espalda y le veo quitarse el casco, sonrío y acto seguido pienso que vaya horas de llegar a casa un jueves.
Palidece al verme.
- Cris... Qué haces aquí?
- Vaya, controla tu entusiasmo! Podemos subir a tu casa o te lo tengo que contar delante del portero?
- Si, si, claro.
Se lo cuento todo en el ascensor, él si siquiera me mira a los ojos ni comenta nada.
Entramos en su apartamento y se tira en el sofá frotándose la cara, no me abraza, ni se indigna, no hace nada de lo que yo esperaba.
- No me dices nada?
- Si, que no debiste escaparte, qué piensas hacer ahora? Huir? En realidad te estas portando como...
- Como una loca? En serio? Qué harías tu en mi lugar? Pudrirte en ese sitio siendo inocente?
- Será mejor que te des una ducha y te tranquilices.
- Estoy tranquila, pero si, me ducharè, lo necesito.
El baño está en su dormitorio, así que abrí la ducha esperando a que saliera el agua caliente y me di cuenta de que no podía callarme como si me pareciera bien su actitud.
Entonces, al escucharlo hablar por teléfono cerré la puerta del baño y pegué la oreja a la puerta del dormitorio.
Si Raquel, está aquí, se ha escapado de la Clínica - maldito traidor, le había faltado tiempo para llamar a mi peor enemiga- de acuerdo, la entretendré hasta que lleguéis.Me tenia que largar, maldito cerdo. Pero no me iba a ir con las manos vacías, pensaba que estaba loca, no? Porque no ser también una ladrona?
Sabia donde tenia el dinero y las cosas de valor, ese tonto previsible tenia trescientos euros y el Rolex que le regaló su padre cuando empezó derecho en el cajón de la ropa interior.
Cogí su mochila del gimnasio la vacié y metí dentro el dinero, el reloj con su caja y su mp3.
Salí del piso como una exhalación y corrí por el hall antes de que el portero intentara retenerme.
Me metí en el metro sin mirar atrás. Dándome cuenta de que era la primera vez que lo hacía.
Siguiente parada, la casa de Carlota, mi mejor amiga no podía fallarme.
Carlota vivía con sus padres pero casi siempre estaba sola. Según mis cálculos sus padres estarían de compras en París, su madre siempre arrasaba con las tiendas de lujo de la capital francesa en esa epoca del año con la excusa de que era su cumpleaños.
Carlota estaría sola a excepción del servicio, que me conocían como a una mas de la familia.
Mi amiga me recibió con cara de circunstancias, me abrazó pero noté en su cara que no acababa de creerse mi versión de la historia, como si no me conociera mejor que nadie.
En realidad Carlota parecía haber olvidado toda nuestra amistad, su preocupación era no caer en desgracia social, como yo, no queria que la relacionaran con mi recién estrenada mala fama.
- Coje la ropa que quieras y creo que mi padre me dejo quinientos euros para gastos, llevatelos, tengo la tarjeta.
- Y ya está?
- Qué quieres, Cristina? Esto no es una película, con ese dinero puedes aguantar unos días hasta que localices a tu tía si no te vas a un hotel caro.
- Algún día te arrepentirás, Carlota.
- Me estás amenazando?
- No, solo te digo que esto se aclarará y cuando lo haga tu estarás en el bando de los perdedores y yo seré tan buena amiga cuando seas escoria social como tu lo estas siendo conmigo.
Y con un poco de ropa y dinero en la mochila me fui de esa casa que en lo que parecía otra vida había sido como mi hogar, sintiéndome la persona mas miserable y desgraciada del mundo.
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Te encontré en el infierno.
RomanceSiempre pensé que mi vida era perfecta. Tenía todo lo que el dinero podía comprar y creía que en ello residía la felicidad. Estaba encantada siendo la niña mimada de papá, como si eso me hiciera invulnerable. No sabia lo equivocada que estaba y me...