Un hombre muerto.

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Mario y yo desayunábamos en silencio, con el sonido de la televisión de fondo. Era mejor comentar las noticias que el silencio incomodo en el que vivíamos últimamente.

Mi novio al principio había fingido que descubrir la identidad de mi ex no le había causado ningún trauma, pero su cambio de actitud y cómo evitaba el tema descaradamente me indicaban lo contrario. Por supuesto yo tampoco me atrevía a sacar la conversación, aunque sabía que tarde o temprano tendríamos que hablarlo si queríamos que lo nuestro funcionara.

Iba a levantarse cuando le sonó el móvil, asintió varias veces, puso cara de susto y cambió de canal, ante nuestros ojos un tiroteo en un semáforo en el centro de la ciudad.

Agradeció a su interlocutor y colgó.

- Como se las gasta tu ex, ¿eh? – me soltó como si yo tuviera la culpa del tiroteo.

- ¿De qué estás hablando?

- Daniel, ¿o es que tienes más ex novios delincuentes que debería conocer?

- Mario, te estás pasando, empiezas a tocarme la moral más de la cuenta, me arrepentía de no habértelo contado antes, ahora me arrepiento de habértelo contado.

- Lo siento, tienes razón no tienes la culpa de lo que él haga. Ese tiroteo, fue anoche y es cosa de Daniel.

- ¿Cómo lo sabes?

- Lo sé. Tengo mis fuentes ¿recuerdas? El muerto es uno de los cabecillas de la banda contraria, los que mataron a su hermana. Cristina por el amor de Dios, no hay que ser muy listo, lo que no sé es si lo ha hecho por su cuenta o con la bendición de su ama.

- Ya no es mi problema.

- Eso espero.

- ¿Qué quieres decir?

- Que no soy tonto, Cristina, que no soy tonto.

- ¡Explícate!

- Cuando vuelva esta noche lo hablamos tranquilamente, ¿de acuerdo?

Me quedé sentada en la mesa frente al café y la tostada a medio comer mirando al infinito, más preocupada por las locuras que estaría haciendo Daniel que por el futuro de mi relación. Con Dani las cosas eran así, nada de discusiones normales de pareja o ese vacío de estómago al ver a tu ex, con él todo era a vida o muerte...literalmente.

Me había salido un trabajo más o menos estable ayudando a un fotógrafo de bastante prestigio, era una manera de tener ingresos fijos y de empezar a hacer más contactos por mí misma, no a través de mi tía.

Me gustaba volver a casa atravesando el parque del centro, ver a la gente, tirar algunas fotos aquí y allí congelándolos en el tiempo, aunque ellos nunca lo supieran.

Luego cogía el metro y me fundía con la masa apresurada que ni siquiera se fijaba en mí, entonces solo tomaba fotografías mentales, no me apetecía nada que me partieran la cara. Ese día sería diferente, aunque cuando atravesaba el parque, mirando el mundo a través del objetico de mi cámara aún no lo sabía.

Iba a entrar en el metro cuando un chico y una chica, que tendrían poco más de dieciséis años, llamaron mi atención, eran guapos y lo sabían, se creían duros o muy interesantes, no lo sé, tenían ese aire de saber demasiado de la vida como muchos chicos que conocí durante el tiempo que sobreviví en la calle, el tiempo que viví con Dani y Coco, si, por eso me habían llamado la atención, tenían el mismo aire de "aquí estoy yo" que Coco cuando la conocí. No pude evitar hacerles una foto. Ni siquiera esperaba que se dieran cuenta pero de repente se volvieron hacia mí, mierda, pensé, no me apetecía nada que me montaran el pollo así que me hice la loca, pasé delante de ellos y al contrario de lo que esperaba no me dijeron nada, pero bajaron tras de mí por las escaleras de la boca del metro.

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⏰ Última actualización: Aug 21, 2016 ⏰

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