Daniel.

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Soy un gilipollas, un gilipollas integral.

Habíamos pasado la mañana en la cama, no hay nada que relaje y guste más a Francesca que una sesión maratoniana de sexo. Tenía una entrevista y necesitaba estar resplandeciente según me dijo cuando me despertó antes de que saliera el sol. Parece ser que no hay nada mejor para su piel que follar conmigo y si ella lo dice ¿quién soy yo para llevarle la contraria?

No me hacía mucha gracia lo de la entrevista, no creo que nos interese tanta publicidad, pero no es que le guste mucho admitir consejos, ya sean míos o incluso de su padre.

Cuando ella bajó dispuesta a meterse en el bolsillo al periodista yo me metí en la ducha. La verdad es que no tenía ninguna curiosidad, ni me apetecía demasiado dejarme ver.

Desde luego lo último que esperaba era que precisamente ELLA entrara y me pillara en pelotas. Ni siquiera reaccioné, me quede allí como un imbécil mirándola. La reconocí en cuanto puse los ojos sobre ella y por un momento creí que se trataba de una alucinación, no sería la primera vez. Antes la veía a todas horas, en todas partes, en cada chica con la que me acostaba y me acosté con muchas intentando sacármela de la cabeza, aunque nunca encontraba en ellas su olor, su sabor. En desconocidas que me daban la espalda en el metro. Nunca era ELLA, nunca era Cristina, pero mi obsesión no me dejaba vivir.

Hasta que aprendí a poner el piloto automático, a simplemente empezar a actuar más y pensar menos.

¡Qué cambiada que está!, no parece la misma, se quedó parada frente a mí, pálida y temblorosa y tuve que controlarme para no cogerla en brazos porque parecía a punto de desplomarse. ¡Dios! Qué guapa es, incluso más que antes... ¡Soy gilipollas! Hasta empezó a ponérseme dura, esa boca, esos ojos que casi había llegado a olvidar, esto es enfermizo, ¡estoy mal de la cabeza, es lo único que se me ocurre!... es una enfermedad que me carcome por dentro desde hace demasiado tiempo, desde la primera vez que la vi y supe que solo me complicaría la vida. Pero a pesar de todo casi se me escapa una sonrisa cuando fingió que no me conocía.

Si no la odiara me la hubiera tirado allí mismo.

Cuando bajé al salón la vi fotografiando a Francesca, no parecía la misma, tan profesional, tan seria. Aún seguía pálida y nerviosa, incluso me di cuenta de cómo se tensaba cuando notó mi presencia. Siempre ha sido así, esta corriente eléctrica entre nuestros cuerpos, como si se llamaran sin nuestro permiso.

Intentaba centrarme en Francesca que de vez en cuando me guiñaba un ojo o me tiraba un beso, pero se me iban los ojos a la fotógrafa, ese nuevo corte de pelo... le deja la nuca al aire y no podía evitarlo, siempre me puso mucho su cuello, ¿había alguna parte de ella que no me pusiera?

Se nota que ella y el periodista son más que compañeros de trabajo. Él se la come con los ojos y ella parece tan cómoda con él que tuve que apretar los dientes para no partirle la cara a ese hipster listillo allí mismo. En cambio le estreché la mano y le sonreí.

También le estreché la mano a Cristina, tanto tiempo sin tocarnos para tener que hacerlo así... fingimos que no nos conocíamos de nada, ni siquiera nos miramos a los ojos.

Fingimos que yo no la quise más que a nada, que ella no se entregó a mí como nadie lo ha hecho. Volví a apretar los dientes y apenas la miré.

Tampoco me interesa poner celosa a Francesca. Ni me apetece darle explicaciones.

Durante todo este tiempo he pensado más en Cristina de lo que debería ser legal. Raro era el momento del día en el que no me ponía a reconstruir cada momento en mi cabeza. Pero no podía estar con ella, ni siquiera soportaba tener que convivir con su recuerdo en mi cabeza.

Rompí relación con todo, incluso con Fede que se había portado conmigo como un verdadero amigo, ni siquiera me atreví a volver al piso a por mis cosas o algún recuerdo de mi hermana. No podía, no podía volver a ese sitio lleno de recuerdos felices y verla a ella sin derrumbarme y la gente como yo no puede permitirse ese lujo.

Decidí que ahí se acababa el idiota, la víctima. El chico honrado con complejo de pobre, el hermano entregado, el bobo enamorado.

No sé si he logrado dejar de quererla en todo este tiempo, parece que a ella le ha ido mejor en eso y no me alegro, no solo soy gilipollas, soy un cabrón. Preferiría que siguiera sufriendo por mí que se hubiera arrojado a mis brazos suplicando otra oportunidad. Pero no, ella no es así y precisamente por eso me tenía tan loco.

Las veces que me imaginé nuestro reencuentro, aunque en realidad no tenía ninguna esperanza de que pasara, esperaba encontrarla como la vez anterior, ver en sus ojos el deseo y el amor que siempre sintió por mí. Hoy solo vi sorpresa, tal vez hasta miedo, estaba en shock, como si hubiera visto un fantasma, que en realidad es lo que soy para ella.

Desde la terraza del segundo piso los vi marcharse, él cargaba la bolsa de ella y cuando creyó que nadie les miraba le acarició la espalda y la agarró por la cintura acercándola a su cuerpo, qué asco, incluso veo como se besan antes de arrancar el coche, muy romántico. Tengo que agarrarme a la barandilla para no gritar.

Sí, soy un cabrón egoísta, sé que debería desear que ella sea feliz, pero no, no quiero que lo sea porque yo no puedo serlo.


Te encontré en el infierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora