Coco nos mira perpleja, como si le costara reconocernos. Se arrodilla al lado de su hermano como si yo no estuviera, Dani retira la mano que aún sujeto entre las mías y me aparto.
Coco ha comprado agua oxigenada, betadine, vendas, espaladrapo, incluso pomada para los golpes e ibuprofeno.
Murmura que ha gastado casi todo lo que nos quedaba.
No importa.
Ni siquiera necesito comer viéndolo así. Solo necesito que se ponga bien, que no tenga lesiones internas ni nada roto.
- Voy a buscar algo para cenar- puede que yo no tenga hambre pero él necesitará todas sus fuerzas- son casi las once, Manolo aún no habrá cerrado y seguro que me deja algo a buen precio.
- No!- grita Dani, ni siquiera sé de donde saca fuerzas- no puedes salir sola a estas horas, o vais las dos o te quedas.
- No te vamos a dejar solo.
- Rubita, creeme, no voy a ir a ningún sitio.
- Venga vamos- dice Coco poniéndose de pie.
Va conmigo de mala gana, mirando al suelo.
- Qué te pasa? - le pregunto.
- Nada!
- Coco por favor, qué te he hecho?
- Nada, vale? Solo que si vais a poneros a hacer guarradas y todo eso me avisáis y me abro.
- Estás loca? No vamos a hacer nada. Q no Coco! Por dios... Tu hermano no me gusta de ese modo, no es mi tipo para nada, así que no te montes películas.
La veo sonreír por el rabillo del ojo.
No le he mentido a Coco, Dani no es mi tipo, para nada, pero el latido frenético de mi corazón y la presión constante en la boca de mi estomago no piensan igual.
Esto no tiene nada que ver con lo que había sentido antes por otros chicos, ni siquiera por Roberto, esto es diferente, es demasiado.
Me paso la noche vigilándolo, tengo miedo a que se ponga peor, a que deje de respirar. Acerco mi cara a la suya para sentir su aliento mientras duerme.
Por suerte Coco tiene un sueño muy pesado, podría dormir en medio de un bombardeo.
Justo cuando estoy a punto de dormirme, al despuntar el sol, él intenta incorporarse. Me pongo en pie de un salto.
- Estás peor?
- No, voy a currar.
- Estás loco? No, no puedes.
- Pero tengo que ir...
- No!- le sujeto la cara entre mis manos - porque si vas te pondrás peor, no sé ni cómo puedes moverte.
- La gente como yo no puede permitirse quedarse en casa descansando. Necesitamos lo que gano.
- No, necesitamos que estés bien, qué haríamos si te pasara algo? Deja que por una vez cuiden de ti- me mira muy serio a los ojos, como si me taladrara el pecho con ellos, esto también es una novedad para él, está acostumbrado a hacerse cargo de todo aunque no tenga fuerzas, para mi es nueva esta necesidad de cuidar de alguien, necesitar desesperadamente que esté bien.
- A veces creo que te iría mejor sin nosotros, Cristina.
- Ni lo pienses. Me hubiera muerto en la calle, lo sabes. Descansa, por favor.
Mi primer impulso al salir del edificio es ir a casa de mi querida amiga Carlota, la muy traidora me la debe, puedo exigirle dinero en compensación por tantos años de amistad falsa. Pero al final no lo hago, no he trabajado tan duro para caer tan bajo.
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Te encontré en el infierno.
RomanceSiempre pensé que mi vida era perfecta. Tenía todo lo que el dinero podía comprar y creía que en ello residía la felicidad. Estaba encantada siendo la niña mimada de papá, como si eso me hiciera invulnerable. No sabia lo equivocada que estaba y me...