KAMIKAZE

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Puedo afirmar, sin ningún tipo de duda, aunque si con un poco de vergüenza, que nunca había mostrado tanto interés por el trabajo de Mario.

Me encanta como escribe y llega hasta el fondo de todas las historias que se le meten en la cabeza, pero lo cierto es que él tiene su trabajo, yo el mío y procuramos respetar nuestro espacio.

Sin embargo ahora me resultaba prácticamente imposible no preguntarle cada día por las novedades, buscando en sus investigaciones el más mínimo rastro de Daniel. Sé que no está bien, no, no está nada bien usar a tu novio para saber lo que ha pasado con tu ex, lo sé muy bien pero no lo hago con mala intención. Sé que no hay ninguna esperanza para Daniel y para mí, ya he cerrado ese episodio de mi vida y no tengo ninguna intención de empezar de nuevo con el drama. Mario me hace muy feliz y Daniel, porque ya no es mi Dani, lleva una vida que no tiene nada que ver conmigo, se ha convertido en alguien que ni conozco ni me gustaría conocer.

Aun así siento que de algún modo sigue formando parte de mí. Sí, siempre será parte de la que soy hoy, él y Coco. Jamás dejaré de sentirme culpable por la muerte de su hermana y siento que si él está metido en ese mundo tan sórdido de algún modo yo le empujé a ello desencadenando toda la tragedia.

Pero a veces la vida simplemente juega a los dados contigo, decide que ya has tenido suficiente tranquilidad, te da la oportunidad de asomarte de nuevo al abismo.

Mario me había preparado la comida, mi plato y estaba realmente servicial. No es que normalmente no sea atento, pero la verdad es que se estaba pasando, me había comprado hasta mis dulces favoritos y todas esas atenciones empezaban a mosquearme. Había llegado tarde, agotada y de mal humor, llevaba toda la mañana en una pequeña agencia de modelos haciéndoles fotos para el book a las chicas y habían acabado con mi paciencia, estaba a punto de ponerme a gritar por cualquier cosa y me encontraba la mesa puesta como si fuera nuestro aniversario o algo así.

- ¿Qué está pasando aquí? – gruño desde la puerta del salón.

- Nada, que te quiero – Mario se acerca a mí y me da un ligero beso en la boca y me empuja juguetón hasta la silla, que retira para que me siente como todo un caballero.

- Vale, ¿cómo se llama?

- ¿Quién?

- La perra con la que me pones los cuernos, es lo único que se me ocurre de explicación para tu comportamiento. Eso o que quieres proponerme que hagamos un trio o algo así – encima el muy idiota empieza a reírse como un loco, para ponerme de peor humor.

- Que graciosa eres, Cris. Ni te pongo los cuernos ni te quiero proponer un trio... en realidad es una orgía – al ver mi cara de malas pulgas se pone serio – vale, me dejo de coñas. Quiero pedirte un favor.

- ¿Qué favor?

- Que me dejes "la cámara"

- La "cámara" – hago el mismo gesto de comillas con los dedos que él - ¿te refieres a "mi niña"? esa cámara vale más que tú, moreno.... Me costó mucho encontrarla... ¿para qué la quieres? ¿desde cuando eres fotógrafo?

- Es que necesito hacer unas buenas fotos... profesionales.

- ¿Y te crees que la cámara las hace solas? No serás capaz de usarlas, te saldrán todas borrosas... me la desconfigurarás...

- Pues me enseñas.

- No se puede enseñar así en un rato... ¿para qué trabajo es? ¿por qué la revista no envía un fotógrafo contigo?

Te encontré en el infierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora