• • • 『 C A P I T U L O 29 』 • • •

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FESTEJO FALSAMENTE AL NUEVO GANADOR desde mi casa, con una taza de té en mano y al lado escuchando a Kenneth reír por mi emoción fingida. Nos habíamos librado por muy poco estar en el Capitolio otra vez, pero estaba agradecida de haberlo hecho, pues con lo sangriento que se tornó el ambiente, no hubiese podido fingir otro año tan bien. Además, me había ganado mis semanas libres del Capitolio después de ayudar a concluir un trato que el Presidente necesitaba, por supuesto, dentro del trato me incluía.

Kenneth deja la taza vacía encima de la mesa de centro y soltamos un profundo suspiro, completamente agotados y desesperanzados, porque por mucho que lo he intentado, no hemos avanzado nada con los rebeldes, como si algo más hiciera falta. La poca información que hemos tenido es que los distritos aún se sienten inseguros de realizar algo como una revolución otra vez, por lo que no ofrecen demasiada ayuda y nos quedamos sin ideas para avanzar.

No le damos demasiadas vueltas más, simplemente nos cambiamos de ropa y caminamos lejos del distrito hasta llegar a la alambrada, aunque me sorprendo al ver que está electrificada, ¿por qué? No siempre lo está, más que nada en la noche, pero supongo rápidamente que se han dado cuenta de mi afición por huir de aquí por ese medio. Terminamos por entrenar en el patio trasero de mi mentor: lanzamos cuchillos, batallamos cuerpo a cuerpo, luchamos contra espadas, realizamos trampas.

— ¿Te rindes? — pregunta Kenneth con un cuchillo en mi garganta, viéndome en el suelo.

— Ni lo sueñes.

Nos doy vuelta rápidamente con una maniobra sencilla, la que me provoca un ligero corte en el cuello, dejo atontado a Kenneth y entierro el cuchillo a tres milímetros de su cuello. Si hubiese sido real, estaría más que muerto, desangrándose en mis manos como.... Como Seth y mamá. Como Goldenstein. Como Onyx. Como Peter.

Demonios.

Me levanto del suelo con pesadez y paso las manos por mi rostro, intentando quitar esas imágenes de mi cabeza. Cada maldita noche revivo los momentos más dolorosos en los que he matado a alguien, en los que siento su sangre en mis manos, y luego veo a las otras personas que maté indirectamente y a las cuales no pude salvar. Cada noche muero en sus manos, sintiendo su venganza sobre mí, sintiendo al presidente Snow manipularme como si de un títere se tratara.

Entonces me vuelve el miedo de dañar a las personas que quiero simplemente porque son importantes para mí. Sé que podrían acabarme, porque no soportaría que me quitaran a las personas que han sido mis pilares desde que esto comenzó, las personas que conocen todo lo que he hecho por mantenerme viva, no bien, porque nunca lo he estado, pero viva... incluso cuando no he querido más.

— ¿Qué pasa?

— Nada. Sólo... sólo me asusta lo que pase más adelante.

— ¿Lo que pase con... con esto? — pregunta, cauteloso.

Asiento. — Sí, a veces creo que nos equivocamos, pero otras creo que no hay otra alternativa. Luego pienso que siento que nunca conocí realmente a mis padres ni lo que hacían.

— ¿Lo dices por la caja?

— Es que no entiendo, Kenneth. ¿Quién demonios es Meir? ¿Por qué mamá no tenía registros en el distrito 2 hasta que papá se casó con ella? Dijeron que eran del distrito, que aquí se conocieron, que aquí inició todo. ¿Por qué las cuentas no calzan? — pregunté. Mis manos comienzan a temblar —. Haymitch me dijo que conoció a mis padres en el Capitolio, pero ellos decían que no habían ido desde que se casaron y nunca me cuestioné nada, pero ahora... ¿Y si tenía otro hermano? ¿O algún tío? ¿Más familia?

III. Opresión ━ Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora