• • • 『 C A P I T U L O 27 』 • • •

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VER A LOS PADRES DE MAGNUS NO FUE TAREA sencilla, ni siquiera estaba preparada para eso, no lo había pensado. Cuando ocurrió me puse a llorar con ellos; lloramos por horas y horas, hablando sobre él, sobre sus sueños, sus metas, sus anécdotas, su actitud..., sobre cada cosa que hizo. Fue un momento muy duro de afrontar.

No sabía qué decirles para disculparme por ello. Evie creía que era el karma por meter a mi hermano en problemas y provocar su muerte; no sabía cómo quitarle la idea de su cabeza, porque no era así. Sólo tuvieron la mala suerte de que no pude salvarlos. Thomas y Magnus eran mi daño colateral por no poder callarme cuando debía.

Me esperaba completamente la reacción agresiva de Aimee, pero no había pensado en que podría intentar golpearme y me gritara cosas tan horribles. Los agentes de la paz la alejaron de inmediato de mí e intentaron arrestarla, pero intervine diciendo que era una reacción normal a la perdida de su prometido. Era la única razón por la que no le habían arrestado.

— ¿Ya has dejado de culparte? — Kenneth entra a la cocina de mi casa, dejando un paquete de bizcochos de chocolate sobre la mesa —. ¿O todavía estás analizando las fallas en el juego?

— ¿Me crees tan calculadora?

— No responderé a eso cuando ambos sabemos la respuesta — sonríe de lado —. Lo que sé, como hecho, es que siempre evalúas la forma en cómo murió cada tributo del distrito 2 para que el siguiente año no se cometa el mismo error.

— Y sigue habiendo errores.

Kenneth toma mi barbilla. — Aimee te dejó unos rasguños marcados, eh.

— Comprensible. Su prometido no volvió para la boca porque no pude hacer más para traerlo — suspiro agotada —. El rasguño es poco para lo que quería hacerme. Creo que ella de verdad amaba a Magnus.

— También lo creo. Estaba hecha un desastre — Kenneth se apoyó en el mesón con sus codos y me observa —. Supongo que cree que tú no sufres su perdida. Lo has estado llevando bien, dentro de todo.

— Ya he perdido mucha gente, Kenneth, increíblemente te vas acostumbrando al dolor que te provocan las despedidas y llega un punto en el que crees que lo mereces — paso mis dedos sobre la boquilla de la botella que tengo frente a mí —. Y a ese punto he llegado.

— No creo que a ninguno le hubiese gustado verte en ese estado.

— Pero no están, y no están porque cometí error tras error, y no me refiero a hacer las cosas que Snow me pide — suelto un suspiro —. Me refiero a que hay algo que no me cuadra en todo esto, algo que se me está escapando y es el motivo por el cual no dejo de equivocarme.

— Sirena, ese es el problema con los errores. A veces, incluso sabiendo que es un error, lo cometes de todos modos — acaricia mi cabello con delicadeza —. Estás sobre analizando la situación demasiado, no hay nada más de lo que ya está estipulado.

— Encontré una caja de cosas de mi madre. Estaba en mi sótano entre las cosas que Thomas trajo cuando se cambió de casa — murmuró —. La caja tiene iniciales M y R, tiene dibujos infantiles y notas mal escritas. Son recuerdos de alguien.

Kenneth frunció el ceño. — ¿Recuerdos? ¿De quién?

— No lo sé, intento averiguarlo. Son tan viejos que no se ve con claridad. A veces creo que nunca conocí a mis padres, ¿sabes?

— Estás paranoica, cielo, las teorías conspirativas no te dejan dormir. Necesitas dormir con urgencia, Selene, tienes que tratar de volver a ser la misma.

III. Opresión ━ Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora