ME ENCOJO EN MI SILLÓN, abrazando mis piernas y sonrió al azabache que me tiende una taza de café en las manos, aunque el olor que desprende no es de mi total agrado, Kenneth logra hacer que tenga un sabor ameno, agradable, un poco más dulce sin quitarle aquel gusto que caracterizaba al café. Quizá porque estaba acostumbrado, quizá porque me conocía, quizá porque era Kenneth y solía hacer las cosas bien. A veces creía que idolatraba demasiado a Kenneth, que lo idealizaba demasiado, porque nadie podía ser tan perfecto, eso lo sabía de sobra; pero ahí estaba él, siempre preocupándose por mí, viendo mi mejor versión, acompañando mis pesadillas y mis miedos, conociendo cada gesto y acción mía.
Kenneth podría decirme lo que sea y yo lo aceptaría, porque confiaba en él, porque se lo debía. Era una deuda que jamás podría pagar de ninguna manera.
Oh, cómo desearía que uno pudiese controlar el corazón.
Él se sienta a mi lado con una expresión de cansancio, ninguno queriendo ver la siguiente cosecha, porque no es interesante, no hay nada que nos llame la atención. Incluso decidimos no ir a la plaza como los demás a verlo, porque ¿cuál sería el sentido? La misma gente del distrito 2 solía mirarnos mal por no salvar a los tributos de los años anteriores. Dejo de beber café para sentarme en el piano y comenzar a crear melodías, acorde tras acorde, sin detenerme o recrear algo anterior, simplemente las notas fluyen de mí, relajándome, recordándome quién era y quién soy ahora.
La sensación de estar ahogándome en un infinito mar profundo, lleno de misterios y criaturas que no se conocían, que querían destruirme. Muchas veces al día creía que estaba ahogándome, que el mar me arrastraría a lo más profundo y me haría pagar el apodo de la peor manera posible, porque no puedes perturbar a un monstruo, porque no puedes tentar a tu suerte ni correr de tu destino. Quizá experimentaba un trastorno post traumático, nunca fui a terapias por lo de mi familia, no confiaba en nadie.
— All we know is touch and go — teclee más lento, buscando las palabras que quedaran acorde a la melodía —. We are alone with our changing minds — sonreí tristemente, recordando las veces que he intentando alejarme de Finnick, estando segura de que era lo mejor y viceversa —. We fall in love 'til it hurts or bleeds... or fades in time.
Seguí con la melodía, deteniéndome unos momentos para escribir en la partitura los acordes correspondientes y la letra, aunque no estaba convencida de escribirla. No quería que el Capitolio la obtuviese, no quería que la escucharan, porque estaba celosa de ella, la quería sólo para mí. Quería que fuese mi secreto, mi momento, mis sentimientos.
— You come around and the armor falls — murmuro y tomo el lápiz tachando la letra anterior —. Pierce the room like... uhm... a cannon ball — toco las teclas con delicadeza, sintiendo la mirada pesada de alguien sobre mí —. Now all we know is don't let go.
— ¿Qué haces? — pregunta Kenneth, aunque no detengo mis dedos de las teclas —. Selene.
— Sí, te escuché, sólo... un momento — muerdo mi labio, repitiendo todo lo escrito antes, esperando nuevas ideas —. So... you were never a saint — sonrío — and I've loved in shades of wrong. We learn tol ove with the pain.
— Mosaic broken hearts — murmura un apagado Kenneth.
— ¡Eso suena genial!
— Lo sé.
Los acordes de una guitarra acompañan la melodía de mi piano, siguiendo la partitura que he escrito a la rápida y Kenneth no parece ser el mismo radiante de siempre, lleno de bromas, sino que más callado y apagado, simplemente siguiendo la partitura como un mantra. Parecía ser él y a su vez ni cerca de serlo. Entonces simplemente sigo pensando en cómo veo mi relación con el del distrito 4.
ESTÁS LEYENDO
III. Opresión ━ Finnick Odair
FanfictionSelene Ravenscroft: la sirena del Capitolio... o la sirena rebelde, según el lado de la historia que deseen saber. Antes de siquiera obtener el apodo o formar parte de la revolución, era una simple chica con el deseo de mantener su burbuja de famili...