• • • 『 C A P I T U L O 16 』 • • •

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LOS DÍAS SIGUIENTES, LUEGO DE DESPERTAR, fueron un completo caos para mí. Al ser vencedora, me trataron en el Capitolio junto a Thomas para recuperar nuestros pulmones y cualquier daño sufrido en el incendio. Gracias a eso me enteré días después lo que las noticias cubrían del accidente. Los encabezados eran sobre el triste y extraño incendio en la casa de Adler Ravenscroft y el heroico rescate que hice para salvar a mi hermano pequeño de aquel infierno del que mi padre no pudo salir con vida. Había cientos de fotos y todos los reporteros contaban versiones distintas sobre los sucesos, sin embargo, todos se derretían de ternura por mi gesto.

No fue un gesto tierno, era lo que debía hacer. ¡Es mi hermano, por Dios! No iba a dejar que muriera calcinado.

Una vez que pudimos recuperarnos bien de todo y que mi hermano hiciera una declaración a los Agentes de la Paz sobre el motivo por el que estaba con papá ese día y no en mi casa, pudimos volver al distrito. Tenía una fractura en el tobillo izquierdo, por lo que volví con muletas y con un yeso que inmovilizaba el área para dejar que el hueso se acomodara solo, ¿pude tener un tratamiento más rápido? Efectivamente, pero quería evitar cualquier reunión en el Capitolio y estar imposibilitada de ser útil era de mucha ayuda.

Thomas y yo no hablamos en todo el trayecto, ninguno podía superar lo que pasaba, ni siquiera lo habíamos digerido del todo. Fue cuando llegamos a mi casa que pudimos derrumbarnos con tranquilidad, sabiendo que nadie nos vigilaba. Lloramos por horas y horas abrazados en el sofá, buscando consuelo en el otro, sabiendo que estábamos solos de ahora en adelante, que éramos la única familia ahora. Thomas se rindió cerca de la madrugada y terminó por dormir entre sollozos, con su cabeza apoyada en mi regazo y con un ligero temblor en su cuerpo. Lo cubrí con una manta y seguí llorando en silencio, pensando en todo lo que había ocurrido en el ultimo año y medio, y lo mucho que odiaba mi vida ahora mismo.

Pero nada es eterno.

Permanecí toda la noche llorando, hasta la mañana siguiente, llorando hasta quedarme sin lágrimas que derramar y sin dolor que demostrar; entonces pasó algo que no creí que fuese posible: llegué a una calma impresionante. Se sentía como si nada pudiese ocurrir de ahora en adelante. Había llorado tanto que ya nada podía ser peor, y fue un consuelo enorme.

Dejé a Thomas sobre el sofá mientras me levantaba a contestar el teléfono que sonaba y temía que despertara a mi pobre hermano. Descolgué el teléfono con cautela, deseando que cortaran por lo mucho que me demoraba, pero no ocurrió. Al colocar el aparato en mi oído, pude escuchar la respiración irregular del otro lado.

— Lo siento.

La voz se escuchaba tan rota, tan arrepentida y desolada como yo me sentía en aquel mismo instante. No tuve que decir nada, simplemente sollocé otra vez, pero ya no caían lágrimas, sólo sentía el picor en mis ojos. Del otro lado se seguían escuchando disculpas sinceras, expresando el dolor a través de palabras roncas y bajas, como si fuesen un secreto que sólo yo podría oír. Finnick siempre lo hacía sentir así.

— Intenté contactarme contigo en el Capitolio, te tenían aislada y no había noticias sobre tu estado y el de Thomas. Yo no sabía si algo más les había ocurrido y...

— No nos dejaron tener contacto con nadie. Dicen que podría agravar el estado emocional y psicológico de Thomas — murmuro, asegurándome con la vista que mi hermano sigue durmiendo —. No ha estado nada bien y yo tampoco. Ninguno quería dar noticias de nada.

— Fue horrible la manera en cómo la prensa lo mostró.

— Lo sé...

— Lo siento mucho, Selene, de verdad. Sé que las cosas no estaban bien, pero no deja de ser doloroso — suspira fuerte —. Cuentas conmigo para lo que sea, de verdad que sí. Lo que necesites, Ravenscroft.

III. Opresión ━ Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora