• • • 『 C A P I T U L O 8 』 • • •

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LA VOZ DE CLAUDIUS TEMPLESMITH RESONABA EN MI cabeza, recordándome lo que acababa de hacer, sin embargo, seguía mirando al precipicio donde perdí el collar que Tommy me había regalado, lo único que tenía de él aquí. ¿Cómo iba a volver a casa ahora? Me había vuelto una asesina, había matado sin piedad a un chico que había intentado salvarme y luego a otro que su único pecado fue ser un tributo. Los asesiné a sangre fría y no dudé en hacerlo. ¿Cómo iba a volver a mirar a mi familia otra vez?

¿Cómo podría seguir viviendo con estas culpas? ¿Valía la pena seguir?

Lo único que tengo en casa es a mi familia y ellos pensaban que era una buena persona. Mis padres pensaban que habían criado a una niña de buenos valores, pero no es cierto, soy una asesina despiadada. Y Tommy... no podría mirarlo nuevamente a los ojos y enseñarle cómo funciona el mundo o cómo debe tratar a las personas si yo he sido capaz de matar. No podría jamás tener una vida normal, ¿cómo demonios se supone que puedo volver a ser la misma persona de antes si todo el país ha mirado lo que hice?

Me levanto sobre mis pies y me doy media vuelta para encontrar el cadáver de Onyx. Veo el aerodeslizador venir hacía mí, casi encima, entonces me lanzó al vacío. Me lanzo esperando encontrar un consuelo en otra vida, encontrar algo que me haga sentir mejor respecto a quien soy ahora. Algo que me libre de las culpas y del temor a enfrentarme a mi familia después de todo lo que ha pasado, pero la vida no es tan sencilla.

En vez de caer y chocar con la escarcha y el hielo del lago, he caída en agua que está tibia y que me hace subir a flote intentando buscar aire después de caer a varios metros de profundidad. Salgo a la superficie y me encuentro con una escalera que han lanzado para mí, y quiero ahogarme ahí mismo, morir en la arena como corresponde que hiciera, pero veo a dos figuras en el aerodeslizador y sé que cualquier intento que haga será en vano. Vendrían por mí a dé lugar, necesitan un vencedor.

En el aerodeslizador me dan toallas y ropa seca que usar, pero no me cambio delante de los Agentes de la Paz. Me quedo en silencio, sentada y meditando el motivo por el que dejé morir a Onyx cuando debí ser yo. Yo no tenía nada qué hacer ahora, ya nada volvería a ser igual. Nadie en el mundo podía odiarme más de lo que yo me odiaba a mí misma en estos momentos. Nada se comparaba con la repulsión que sentía por mí misma, en lo que me había convertido para volver a casa, ¿a qué? ¿a aborrecerme el resto de mi vida y no poder convivir con mi propio reflejo?

Al llegar al Capitolio, el primero en recibirme es Zaphyr. Ambos estamos a solas en una habitación en la que me han dejado sólo con una bata celeste para cubrir mi desnudez. Zaphyr se encarga de limpiar mis heridas visibles y quitar las manchas de sangre después de una ducha en la que me aferro a mis piernas mientras él se encarga de limpiarme. Ya ni siquiera me importa lo que ocurra. Un chillido sale de mis labios cuando el agua toca la herida del muslo, pero tampoco puedo quejarme, estoy viva, ¿no?

— Te vendrán a arreglar eso después. No puedes tener ninguna herida — me avisa —. Has bajado de peso. No te alimentaste muy bien los primeros días.

— No es que haya tenido muchas formas de alimentarme sin llamar la atención de los demás. Dormí bastante, de hecho.

— Lo sé, te vi.

— Bien.

— Hiciste lo que tenías que hacer, Selene. No eres una mala persona por eso.

— ¿No? ¿Y por qué me odio tanto entonces? ¿Por qué siento tanto asco por mí misma? ¿Por qué sigo pensando en que debí morirme ahí? ¿Por qué?

Zaphyr me envuelve en una toalla y coloca sus manos sobre mis hombros. — No digas eso nunca más. Tú no tienes que sentirte así, fuiste obligada a actuar de esa forma. Tú no eres una mala persona y no tienes porqué odiarte a ti misma por cómo fuiste obligada a sobrevivir.

III. Opresión ━ Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora