• • • 『 C A P I T U L O 19 』 • • •

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LUEGO DE UNA EXTENUANTE Y HORRIBLE SEMANA, puedo volver a mi distrito con una perspectiva completamente diferente a la que tenía antes. Kenneth ha notado un cambio en mi actitud, comenzando con el hecho de que las falsas sonrisas y la coquetería descarada parecer ser más fácil de sobrellevar ahora que cuando llegué al Capitolio. Él mismo se ha sorprendido, sin embargo, lo ha tomado como advertencia del Presidente Snow sobre lo que pasó con Goldenstein. Cuando le comenté que Magnus ya no era parte de ningún plan se vio altamente sorprendido.

— ¿Por qué?

— Porque no puedo arrastrarlo ni hundirlo conmigo.

Él suspiró. — ¿Y qué le dirás? ¿Lo que te obligan a hacer? Ese chico te adora.

— No puedo decirle la verdad, Kenneth, no. No cuando podría mirarme con...

— ¿Odio, repulsión, asco?

— Exacto. No puedo. Necesito que me deje en paz, ojalá me odiara.

— ¿Estás segura de no querer decirle la verdad?

Niego. — Ya es suficientemente malo estar en mis zapatos, él no lo soportaría. No soy lo suficientemente valiente como para decirle la verdad sobre mí, o sobre cualquier cosa, y no soy tan amable como para contársela.

— Quizás un apoyo extra no estaría mal, Selene.

— Te tengo a ti, eso es todo lo que necesito, D'Amico.

Él no dice nada más, se limita a asentir y envolverme en un abrazo cálido reconfortante que agradezco tanto, lo necesito para darme la fuerza suficiente para creer que es lo correcto. Cuando bajamos del tren el primero en recibirme es Thomas, aunque no se lanza a mis brazos como antes, él se limita a acercarse con una sonrisa y besar mi mejilla para tomar mis cosas y comenzar a avanzar a nuestro hogar, charlando con Kenneth.

Nos despedimos al llegar al pórtico de nuestra casa y Kenneth se dirige a la suya. Thomas abre la puerta y el lugar está inundado de un aroma dulce que hace a mi estomago rugir en hambre, quizá es el motivo por el cual mi hermano se ríe al pasar a mi lado, pero Diana siempre ha cocinado bien o es el simple hecho de que estoy en casa y finalmente puedo ser yo. La mujer me recibe con un fuerte y cálido abrazo diciendo que me veo preciosa y diferente. La cosa es que me sentía diferente, pero no preciosa como ella decía.

Estaba agotada y devastada.

— ¿Cómo ha estado todo en el Capitolio? Te vimos en televisión — sonríe Diana —. ¡Te veías preciosa con aquel vestido verde! ¡y tu voz! — chilla —. ¡Has dejado a nuestro distrito por las nubes, querida!

— Oh, no sabía que había sido televisado.

Thomas me abraza por los hombros. — Hermanita, no te quitaban la cámara de encima. Te veías preciosa, es cierto. Radiante. Nunca me había sentido tan orgulloso de ti, Lenny, te veías espectacular. Llevaste el apellido Ravenscroft a otro nivel.

¿Orgulloso? ¿De qué? ¿De acostarme con personas para mantenernos a salvo? Él no debería estar orgulloso de mí.

— Cantar el himno de Panem debe ser todo un honor, ¿verdad, Selene?

— Sí, Diana, lo es — fuerzo una sonrisa —. Ha sido una semana muy ajetreada y sólo quiero saber cómo han ido las cosas aquí.

Diana y Thomas se miran entre sí con dudas y muecas en sus rostros. Ni siquiera tienen que decir que algo ha ido mal, porque lo sé. La madre de Seth suspira largo antes de sentarse a nuestro lado en la gran mesa y secar sus manos con el paño que traía.

III. Opresión ━ Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora