• • • 『 P R E F A C I O 』 • • •

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CADA ACTO QUE REALIZAMOS TIENE UNA CONSECUENCIA. Depende del acto, se puede desenvolver en una consecuencia buena o mala. En el caso particular de la familia Ravenscroft, fue una devastadora y mala consecuencia. Si les hubiesen dicho todo lo que podrían perder, todo lo que tendrían que pasar, probablemente hubiesen tomado otras decisiones, pero pensar en opciones alternas, una vez que ya está todo hecho, es una pérdida de tiempo y sólo podría servir para hundirse aún más en un interminable limbo de desesperación.

Si a Adler Ravenscroft le hubiesen dicho que ser un rebelde en el Capitolio, traería como consecuencia el peligro para su esposa y su hijo, probablemente condenándolos a muerte, lo habría pensado mucho mejor. No habría tomado la decisión tan joven, arrastrando a las demás personas con él, pero era demasiado tarde. Él lo sabía. Su esposa lo sabía. Ambos estaban más que seguros de que pagarían las secuelas de lo que habían hecho. El Presidente Snow no dejaría que ellos salieran ilesos después de exponer lo que les hacían como vencedores. No, claro que no.

Su error había sido contarle a su tributo masculino que, si ganaba, el Capitolio lo usaría como una pieza más en sus retorcidos juegos, que finalmente lo usarían para satisfacer las necesidades de los citadinos que tuviesen más dinero. No esperaba que el muchacho lo hubiese divulgado con los agentes de la paz y ellos con el Presidente, dándole a entender que era parte de los rebeldes que querían un cambio, aunque jamás comentó que eran más de lo que el Capitolio esperaría y que llevaban años esperando el momento exacto para atacar.

Ahora, él y su esposa estaban sentados en el sofá de su gran sala. Ninguno se hablaba, llevaban sentados aproximadamente dos horas sin poder crear un plan que los pudiese salvar de las garras de Snow, porque ahora era cosa de sumar y se darían cuenta que la familia Ravenscroft había estado captando información para pasarla a los rebeldes. Estaban en problemas, ellos lo sabían, y no sólo ellos, era lo de menos, pero tenían un niño. Un pequeño de cuatro años que no tenía la culpa, que no sabía lo que ocurría a su alrededor ni porqué sus padres estaban tan tensos.

— Nos va a matar.

— No, Athena, no nos asesinará — aseguró, pero ni siquiera él podía afirmar aquello —. Tendría que exponer los motivos de nuestro asesinato y eso lo perjudicaría, tendría que dar explicaciones y él no quiere eso. No quiere un levantamiento.

— De alguna forma nos castigará, Adler. No dejará pasar esto, no lo hará. Encontrará la forma de rompernos y hacer que nos rindamos, yo no me quiero rendir.

— ¿Qué? Pensé que ya no querrías...

— Adler, quiero ese maldito levantamiento más que a nada en este mundo ahora. No puedo seguir con la misma situación, no puedo permitir que nuestro hijo crezca con el mismo miedo que nuestros padres y nosotros. No es justo. Las cosas tienen que cambiar, en algún momento debe ocurrir.

— Meir no crecerá como nosotros, Athena, te lo juro — tomó las manos de su esposa entre las suyas —. Las cosas van a cambiar. Snow va a caer y veremos cuando eso ocurra. Seremos libres de su maldad, amor.

Athena asintió ante las palabras de su esposo, pero algo le inquietaba a ella y en su corazón. Era una mujer lista, decidida y feroz, aquello había enamorado a Adler años atrás, cuando la conoció en el Capitolio. Se conocieron en su adolescencia, ambos siendo vencedores de los Juegos en años diferentes y en distritos diferentes. Athena Ravenscroft, de soltera White, era vencedora del distrito seis, pero al volverse esposa de Adler se volvió ciudadana del distrito 2 y dejó atrás su vida en su distrito para dedicarse por completo a su nueva vida con su más grande amor.

III. Opresión ━ Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora