• • • 『 C A P I T U L O 17 』 • • •

910 61 10
                                    




LA COPA DE ALCOHOL EN MIS MANOS SE MOVÍA en distintas direcciones, revolviendo el líquido que no había bebido en toda la noche, pero es que no podía simplemente beberlo si un desconocido me la había ofrecido, vaya a saber uno qué es lo que realmente me dieron de beber. No confiaba en nadie de este jodido lugar, sin embargo, no podía demostrarlo tan simple y me obligaba a mantener una sonrisa coqueta y enorme para las personas que se me acercaban para conversar o intentar algo más conmigo.

Sabía que esta noche podría ocurrir algo malo. Tenía una sensación extraña en el pecho, un mal presentimiento. Y los odiaba. Las pocas veces que mantenía esa sensación ocurrieron cosas muy malas y no quería admitir que me aterraban, porque ya no tenía a mis padres para que me cuidaran la espalda y me dijeran que estaba todo bien. Ellos ya no estaban, no iban a volver. Tenía que hacerlo por mi jodida cuenta y me costaba demasiado, era difícil levantarse por mí misma, pero Thomas valía la pena. Yo haría lo que sea por él.

El vestido rojo se apegaba a mi cuerpo, marcando una figura que no debería ser llamativa para tanta gente mayor, pero que lo hacía de todas formas, porque a ellos no les importaba mi edad, ellos querían sólo una cosa de mí. Muevo mi cabello hacia un lado y camino entre la gente para dejar la copa en una mesa llena de otras bebidas alcohólicas y al darme la vuelta, choco con el pecho de alguien.

— Pero si no es la Sirena más hermosa que mis ojos han visto.

— Augustus, en serio, debes parar — rio —. No te va a funcionar conmigo.

— ¿Por qué no? A Finnick le devuelves los cumplidos y coqueteos. ¿He hecho algo mal?

— ¡No! Nada de eso — coloco mi mano en su hombro —. Braun, no te conozco en absoluto.

— ¿Y a Odair sí?

— De hecho, sí lo conoce.

No puedo evitar rodar los ojos ante el tono burlón que Cashmere usa para responder. Augustus se hace a un lado para recibir dos besos en la mejilla como saludo y luego yo recibo uno de mala gana. Mi sonrisa no abandona mi rostro, de todas formas, no me iba a dejar intimidar por ella. Lleva un espectacular vestido dorado que combina a la perfección con su cabello y que marca su cuerpo a la perfección. Todos lucen elegantes, porque somos trofeos, así pueden elegir mejor a su nueva víctima.

— No me agradas, en absoluto — me dice —, pero adoro tu vestido. Luciría mejor en mí, definitivamente.

— Quédatelo.

— En pelea de chicas no me gusta estar — avisa Augustus —. Me iré hasta que lo solucionen. Suerte, chicas.

Ambas lo observamos irse con sonrisas burlonas en nuestros rostros y luego volvemos a mirarnos entre nosotras.

— Te lo diré solo una vez y luego tú y yo nos odiaremos de nuevo.

— Adelante, te escucho.

— Te ves jodidamente bien esta noche. El rojo es tu color, Sirena.

— Y el tuyo el dorado.

— Finnick te está buscando, por cierto — rueda los ojos.

— ¿Por qué demonios me detestas tanto?

Ella ríe. — ¿No es obvio acaso?

Antes de que pudiese responderle ya se había ido. Dejé salir una risa sin ganas, porque definitivamente no nos llevaríamos nunca bien, pero Kenneth sí me había hecho saber que el Presidente Snow había pedido un tipo de trato especial por lo de mis padres. Supongo que era la razón por la que todos se habían asegurado de que al menos estuviese bebiendo algo de alcohol, en palabras de Braun: "Esto sólo se puede pasar con una copa en manos".

III. Opresión ━ Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora