• • • 『 C A P I T U L O 1 』 • • •

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ADLER RAVENSCROFT.



TOMÉ EN BRAZOS A MI PEQUEÑA HIJA DE SEIS AÑOS, QUIÉN LLORABA desconsoladamente por la muerte de su conejo mascota. Una pequeña mota blanca y esponjosa que le había encontrado en la pradera y decidí salvar por ser muy pequeño. Había sido el compañero de su hija durante los últimos meses, pero era el blanco de antojo de sus vecinos y era claro que alguien intentaría conseguirlo a dé lugar, sin importar el roto corazón de la pequeña rubia de ojos celestes.

Había intentado no quererla, no sentir apego a ella, incluso había decidido no asistir al parto de mi princesa. El dolor de perder a Meir había sido grande y las amenazas del Presidente eran claras, quería utilizar a mi hija en nuestra contra, para lastimarnos; pero al ver los grandes ojos celestes que ella poseía, y que había heredado de mí, no pude resistirme a caer ante los encantos de la bella niña. Me tomó un par de semanas admitir en voz alta que estaba enamorado de mi hija, de mi pequeña princesita. Era mi sol de cada mañana, mi razón de seguir adelante.

Tener a Thomas había sido más sencillo.

Me auto convencí de que Snow no les haría daño, porque no lo había hecho con Selene, que era, en ese momento, tres años más grande que él. No fue del todo fácil, pero sí más llevadero y pude asistir al parto sin sentir miedo o recordarme que eran sólo otra forma de herirnos. Si hubiese querido hacernos daño, ya lo habría hecho. Al menos eso me repetía Athena todas las noches, cuando despertaba por las pesadillas y con el temor de que me arrebataran a mis hijos. Ella estaba convencida de que Snow había dejado pasar nuestros errores y estaba segura de que ya no le servíamos a los rebeldes, si es que seguía habiendo, porque ambos decidimos dar un paso al lado para mantener a nuestros hijos a salvo.

Creíamos en ellos, creíamos que Panem debería ser diferente, pero el miedo nos invadió y debíamos pensar primero en nuestros hijos.

Amor, sabes que tu conejo no iba a sobrevivir aquí. — Intento razonar con ella, pero sus ojos celestes están inundados en lágrimas —. Podemos conseguir otro, si eso quieres.

— ¡No! Quiero a mi Bunny, no quiero otro, lo quiero a él.

Amor, sabes que no puedo revivir animales. — Intento bromear con ella, pero sólo logro que suelte un sollozo —. Lo siento, amor, lo siento mucho, no quise decir eso. No llores más, por favor, se me parte el corazón al verte llorar.

— ¿Por qué los otros niños no juegan conmigo? — preguntó, limpiando sus lágrimas con sus manitos —. Siempre me alejan, papi.

El Presidente Snow había mandado una orden directa, de que nadie se podía acercar a nosotros, que habíamos desobedecido reglas, pero nadie se atrevió a preguntar. Athena y yo podíamos soportarlo, incluso era mucho mejor para nosotros, menos problemas de qué preocuparnos, pero a los niños se les dificultaba más. Los padres no dejaban que sus hijos se acercaran a Selene o Thomas, los alejaban totalmente para no sentir que traicionaban al Presidente y sus mandatos.

— Lo hacen porque sienten envidia de ti, amor, tú eres excesivamente bonita como para jugar con ellos. Son muy brutos y muy poco inteligentes, tú no. Tú eres diferente, inteligente y muy hermosa.

— ¡Papá!

— ¿Qué? Es cierto. Ya verás, harán fila para que les autorice a ser tus novios, pero yo no dejaré que eso ocurra. Tú no puedes tener novios, amor, sólo eres de papá, ¿bueno?

III. Opresión ━ Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora