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Mangle tomó su chamarra y su gorrito rojo y ambos salimos del cuarto; aún faltaba más de una hora para que llegara la media noche, no había ningún problema con salir a investigar ese misterioso camión. Una vez en la puerta de enfrente Mangle puso una mano en mí deteniendo mi andar.

   —Espera aquí, yo voy a salir. —Entonces se abrigó mejor y abrió la puerta.

   Decidí quedarme cerca de la puerta y "cuidarla" desde aquí. El frío se sintió peor que tocar directamente un trozo de hielo seco.

   Escuchaba que Mangle daba pasos largos y silenciosos hasta el lado derecho del restaurante. Poco a poco dejaba de verla, ya que el restaurante no cuenta con ventanas, es sólo la puerta de cristal de enfrente. Me sentí bastante nervioso que no pude evitar comenzar a caminar en círculos, además de no alejar mi vista de los animatrónicos en el stage; están tan quietos como cuando el reloj marca las seis de la mañana. Mi ansiedad me llevó a morderme las uñas y morder más fuerte mis labios. Escuchaba que seguía caminando, pero después dejé de escuchar pasos; de hecho, escuchaba algo de ruido en los pinos y árboles detrás del restaurante, como si una manada de animales enormes estuvieran cazando y pisando sobre ramas y más nieve. No pude contenerme y abrí un poco la puerta.

   —¿Mangle? —dije con mi hocico afuera y el resto de mí adentro.

   En ese momento Mangle regresó al restaurante; tenía sus mejillas muy rojas y su pelaje blanco con pequeños cristales.

   —¿Qué pasó? ¿Qué era eso?

   —No pude ver quién llegó, pero tengo el presentimiento de que se escondió en el bosque —dijo mientras regresaba al cuarto—. Ven, no podemos estar aquí.

   Miré una vez más a los animatrónicos. Desvié mi mirada y sólo seguí a Mangle. Ella estaba tensa mientras colgaba su ropa.

   —Estoy muy segura de que alguien llegó, pero no sé quién ni para qué; siempre que se les olvida algo llegan a pie o en un auto, en un camión sólo vendrían si se tratase de dejar animatrónicos o mueblería, pero sé que no hay nada programado. No lo sé.

   Esto en un principio no pareció ser del todo extraño o incluso sospechoso, pero la actitud de Mangle dice todo lo contrario, ella está nerviosa y extrañada como yo lo estoy de su reacción. Tal vez si nos mantenemos alerta podremos pasar una noche mejor.

   —Bueno, ya no te preocupes por eso. Yo… voy a colocar una barra en esa esquina para que puedas ejercitarte. También te traeré algunos objetos pesados para que hagas pesas, ¿te parece bien?

   —Bueno, yo estaba pensando en ponerme a caminar de una pared a la otra como idiota, pero tu idea me gusta más. Gracias, Mangle.

   —No es nada. Sí quieres ya puedes irte a dormir. —Entonces salió del cuarto.

   Cuando fui a la cama vi al Cupcake dormido con un cigarrillo en la boca como siempre. Se lo quité y me recosté al lado de él de forma que quedara a un lado de mi rostro.

*    *    *

No puedo creer lo difícil que es hacer barras ahora, siento como si pesara cien kilos o que mis brazos fueran más huesos que músculos. La música que pasan en la tele no es para nada de mi tipo para hacer ejercicio, las canciones en francés siempre son tranquilas y suaves, y eso sólo me ayuda a dormir. Decidí apagarla y continué con lo mío. En unos momentos Mangle deberá llegar, ya que ella me dijo que vendría de inmediato aquí al cuarto para ponerse su disfraz. Pensé que no tendríamos muchas opciones desde que somos animatrónicos con formas de animales; o sea, ¿deberíamos disfrazarnos de humanos? Mi lógica indica eso. Sin embargo, ella consiguió hacer un antifaz de conejo blanco con ojos rasgados. También tenía una cola esponjada y guantes blancos, así como también una diadema con dos orejas grandes de color blancas y rosas, tal y como los colores de su piel. Me sentí bastante melancólico cuando vi esa cola esponjada, era idéntica a la de Bonnie. Su disfraz me colocó dentro de una neblina morada y blanca llena de recuerdos y resentimiento. Algo que siempre he hecho desde niño cuando mis sentimientos me orillan a llorar, ya sea por furia o tristeza, es hacer mayor esfuerzo físico, así que ahora tengo la oportunidad de erradicarlos; las gotas de sudor hicieron que mi pelaje brillara más.

La margarita IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora