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No creía que estuviera despierto o vivo para ver esto. Esto habría pasado como siempre en alguna de mis peores pesadillas, pero siempre existió en mi mente una solución para el problema. Ahora no me siento con ninguna solución, siento como si yo mismo hubiese caminado directo hacia las puertas de la muerte congelada. ¿¡Cómo no me pude dar cuenta de que ese idiota era Springtrap!? ¿¡Acaso puedo ser tan imbécil!? Comencé a patear la nieve con hojas alrededor de mí. Estar parado en medio de la carretera me hizo sentir como si en cualquier momento un carro me fuera a atropellar, pero tal parecía que yo era el único ser vivo por aquí; ni siquiera mirando hacia ambos lados de esta puedo ver a alguien, ahora en definitiva solo soy yo. Mi mente no logra procesar lo que acaba de pasar, esos fueron los segundos más largos y a la vez cortos de mi vida. ¿Qué haré ahora? ¿¡Qué mierda voy a hacer ahora!? ¡Estoy completamente jodido! ¿¡Quién va a encontrarme hasta aquí arriba!? Esto es una mierda, ¡una mierda!

   Me senté en la orilla de la carretera en una posición en que pudiera recargar mis codos en mis muslos y mi cabeza en las palmas de mis manos. No era posible que haya sido tan ciego que no noté nada de él a pesar de que ya recordaba quién era. Solo me dejé guiar con las dulces palabras que me prometió acerca de Bonnie. Todo era una puta mentira, nunca voy a ser capaz de ver a ese maravilloso muchacho de nuevo y todo es por mi culpa. Si tan solo hubiera sabido antes de esto, tal vez ni siquiera hubiera salido del restaurante de Mangle, me hubiera quedado ahí por el resto de mis días y vivir. Poco a poco comenzaba a sentir mis tobillos y mis muñecas enfriarse hasta el punto en que comenzaban a dolerme. No podía quedarme sentado en medio de la carretera con la oscuridad de la noche sobre mí, por lo que me levanté y volví a caminar a aquella cabaña que Springtrap mencionó. Dentro de ella había una mochila rota con algunas cosas saliendo de esta: basura, botellas de plástico vacías, un cuchillo, una cuerda y un letrero que decía “pendejo”. Todo esto ya estaba planeado, esos dos hijos de puta ya habían planeado en dejarme aquí varado.

   En cuanto regresé mi mirada a la carretera, comencé a sentir como si alguien estuviera apachurrando fuerte mi pecho, mis sollozos se hacían más fuertes, así como de mi hocico emanaba más vapor caliente. No pude contenerme y liberé tantas lágrimas como quise cuando me imaginé que todo esto iba a ser una mentira. Me senté al lado de la cabaña para cubrirme de las ráfagas de viento que solían llegar y sacudir todos los pinos con nieve. Me senté y oculté mis manos en mi regazo, así como trataba de respirar lo menos posible para dejar de sentir mis pulmones congelarse. En un punto de la noche comenzó a nevar de nuevo, podía verlo en el suelo que volvía a tonarse blanco y repleto de capas gruesas. De vez en cuando escuchaba cómo por lo menos un carro pasaba por aquí cada hora, o lo que se sentía como una hora; no tengo reloj ni manera de saber qué hora es. Era inútil que me quedase al lado de esta cabaña y tratar de refugiarme aquí, ya que desde que ese idiota se largó de aquí, mi temperatura no ha hecho nada más que continuar bajando. Por más que trato de calentarme y pensar en una manera de salir de esto, no puedo, siento que ahora en este mundo no vale la pena pensar en nuevas estrategias para solucionar problemas, pues de alguna u otra forma alguien llegará para aprovecharse de ello. Son unos hijos de puta, no merecen vivir, merecen estar pasando la noche congelándose como lo hago yo ahora. Mi intención solo era estar con Bonnie de nuevo, ¿¡qué tiene de malo eso!? Es algo que yo decidí y con lo que quiero vivir el resto de mis días. ¿Por qué demonios ese idiota quiso volver a entrometerse en mi vida? Creí que después de lo sucedido al fin había salido del radar. Es imposible mantener satisfecho a alguien que no tiene cerebro.

   Conforme continuaba pensando y lamentándome de las estúpidas decisiones que había tomado, comencé a notar algunos cristales en mi brazo y en mis piernas. No puedo quedarme aquí, debo hacer algo. Tal vez yo había prometido algo que, eventualmente, resultó ser una idea de mierda, pero se lo había prometido a ese idiota, no a Bonnie. Ahora esto no será un favor que le pagaré a él por llevarme en su camión, sino a Bonnie por mi propia satisfacción. Voy a llegar a ti, Bonnie, aunque me cueste la vida.

   Me levanté de aquel espacio y traté de llegar de vuelta a la carretera. Sentía como si mis huesos estuvieran ahora hechos de hielo sólido, y que cualquier movimiento brusco los rompiera y me provocaran mucho dolor. El vapor caliente que salía de mí era más denso y más blanco, o al menos eso podía notar por la poca luz en este lugar. La luz de la luna se encargaba de enseñarme con un poco más de claridad el camino que debía tomar. Cuando llegué hasta esta, comencé a caminar por el medio hacia la dirección a la que nunca manejamos. Mis pasos eran cortos, pero todavía se podía escuchar aquí y a lo lejos lo pesados que eran, y los cientos que cristales de hielo que pisaba con cada paso. Me abrazaba fuerte mientras trataba de encontrar alguna señal de un humano o una casa en la que pudiese refugiarme; sí, por primera vez tendría que quedarme en una casa con un humano si no quiero morir congelado aquí afuera. El clima descendió conforme la noche continuaba sobre mí. Era… Era cada vez más difícil para mí pensar en estos sentimientos encontrados, pues sentía que mi cabeza comenzaba a doler tal y como las partes menos abrigadas en mí. Necesitaba con urgencia de algo que me pudiera encaminar más rápido de vuelta a la ciudad.

   Mientras caminaba con pasos cada vez más cortos, pude observar que una luz amarilla se hacía más visible; era un vehículo que venía desde atrás. Me giré tan rápido como pude para ver otro camión manejando hacia mí. Me quité de la carretera y me escondí detrás de un árbol. Lo primero que pensé para llamar su atención fue en cubrir todo mi rostro para que no notara que soy un robot. Lo hice y salí de aquel árbol, así como hice una señal para que pudiera llevarme con él. Dentro había un hombre, pero tan pronto como manejó a un lado de mí, me frunció el ceño y se volvió al camino. En cuanto aceleró, hizo que bastante de la nieve del suelo me cayera en todo mi cuerpo. Me sentía muy frustrado por dentro, sentía que podía tomar mi cabeza y sacarla para dejar de vivir esto, sentía tanta y tan pocas fuerzas en mí para liberar la impotencia y furia, pero nada de eso pareció hacer efecto en mí, lo único que continuaba era el descenso de mi temperatura y el aumento de cristales de hielo sobre mi pelaje. Ahora era muy difícil el tan solo abrir y cerrar mis dedos, así como girar mi cuello y cerrar mis párpados. Debe haber algo más para que baje de aquí, ¿pero qué? ¿¡Qué!? Quisiera que mi estómago dejara de rugir ahora mismo, que mis rodillas dejaran de sentirse como si se fueran a partir a la mitad, que mis dientes pararan de chocar entre sí, que mi futuro existiera en un ambiente más cálido.

   No podía pensar en más, cuando trataba de hacerlo todas mis ideas se sentían disparatadas y fuera de lugar, como si todo lo que dijese no tuviera sentido o no se entendiera en mi idioma. Me sentía muy confundido, mi visión comenzaba a tornarse borrosa. Las luces de la ciudad a lo lejos de aquí se hacían más grandes y más borrosas. Los músculos de mi cara no podían moverse, así como mis pasos eran más cortos al punto en que comenzaba a detenerme en medio de la carretera. La noche se volvía más oscura. Mi cara se sentía congelada, así como los dedos de mis manos. En un punto, en el que todavía tuve la oportunidad de recordar, sentí que detuve mi andar, y solo observaba otra luz amarilla acercarse a mí, pero ahora yo no sentía nada de fuerza en mis piernas para moverme. Lo miraba con mis ojos a punto de cerrarse para siempre. La luz era cegadora y cada vez más tenue. No me importó si estuviera a punto de atropellarme, yo ahora no podía moverme. Tan pronto como escuché que el camión frenó, me arrodillé y caí al suelo frío, así como finalmente cerré mis ojos y acepté a la naturaleza encargarse de mí y de mi cuerpo.

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La margarita IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora