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En el momento en que desperté Mangle me tocó el hombro; ella me dejó dormir en una cama detrás de aquel mueble que no derrumbé. Como no había ninguna ventana en este cuarto no podía asegurar que ya fuera de día. Ella estaba ahora usando una bufanda roja, un gorrito rojo oscuro y guantes y botas rojas.

   —Ven, Freddy, te voy a enseñar el lugar.

   —¿Qué hora es? —Aún no abría bien mis ojos.

   —Son las 6:00 AM, ya podemos salir. —Luego salió del cuarto. Escuché que cerró la puerta.

   Tenía todavía un presentimiento de que nada saldría bien si la acompañaba afuera. Una de las cosas que menos me gustaría hacer ahora es volver a ese stage, pero también sé que no me puedo quedar encerrado aquí para siempre. El cupcake estaba al lado de mi almohada dormido con algo de cenizas de su cigarrillo sobre su espacio. Decidí no despertarlo y salir solo yo.

   Cuando abrí la puerta pude ver el mismo pasillo largo con el mismo escritorio en un lado y el cuarto en el que llegué del otro lado. Con seguridad Mangle me está esperando en el área de cena. Las ventanas de algunos de los cuartos privados para fiestas (los que sí tenían eran los de enfrente del mío) aún no estaban del todo iluminadas, como si aún fuera de noche. El restaurante estaba tal y como lo vi por primera vez. Llegué al área de cena y los animatrónicos estaban en la posición en la que los encontré; tenían sus cabezas hacia abajo con sus ojos cerrados. Mangle estaba en la puerta de enfrente.

   —¡Freddy, ven! —dijo animada.

   Caminé hasta estar al lado de ella, y ahora sí tuve la oportunidad de contemplar las afueras sin sentirme asustado, sabía que Mangle en cierta forma me protegía y sabía que no nos pasaría nada.

   —Tú no conocías la nieve, ¿verdad?

   —No, es la primera vez que la veo en mi vida. —Realmente estaba disfrutando ver nieve blanca y pequeños copos cayendo del cielo—. En Freddy's no nevaba.

   —Lo sé, recuerdo dónde solía estar el restaurante —dijo, después caminó al fondo de este cuarto donde la gente ordenaba comida. Yo la seguí.

   —Bon, quería que vieras varias de las cosas que hay aquí en el restaurante, como los platillos o los juegos que hay.

   Todos los platillos estaban en francés, lo único que entendí fue para qué servía aquel carrusel de colores.

   —¿A qué hora abre el restaurante?

   —En dos horas, pero no muchas personas suelen venir a comer aquí, nunca ha sido muy popular este lugar. Mais esa no es razón para que no trabajemos. Y bueno… debo de advertirte de…

   —¿Por qué ahora no se mueven? —Sin que ella se percatara caminé hasta estar enfrente de los animatrónicos—. ¿Cómo es que ayer casi me matan y ahora están así?

   Mangle llegó a caminar a mi lado.

   —No lo estarán para siempre.

   —¿De qué hablas?

   Se quedó callada por algunos segundos, y después regresó a donde estaba.

   —Nada.

   Era muy extraña su actitud cuando hablaba de ellos. Parecía que de cierta forma ella sentía una clase de empatía o solidaridad por ellos, lo que me hace pensar que ellos alguna vez fueron animatrónicos conscientes como ella o como yo. ¿Qué será eso? Entiendo que ella mantenga su distancia y se cuide de ellos por el riesgo de morir, puedo confirmarlo con la enorme cicatriz en su espalda. Aquí hay algo muy extraño. Mangle volvió conmigo con un plato de unicel con algo amarillo; ¿papas a la francesa?

La margarita IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora