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No me importaba si alguien me llamaba loco o chiflado, pero estaba completamente seguro de que esos eran los mismos ojos profundos y azules que me cautivaron durante el mes de diciembre. Sentía que apretaba fuerte mis puños y mis dientes, así como la urgencia de derramar litros de lágrimas llegaba a su punto máximo y más. No me estaba diciendo nada, pero por dentro yo sentía que le decía cientos de cosas que nunca pude decirle; no valía la pena pedirle a alguien sin oídos que escuchase mis deseos. Sentía ahora que perdía el equilibrio, mis pies no eran del todo capaces de mantenerme de pie enfrente de él y su intensa mirada.

   —Freddy… ¿eres… eres tú? —dije esperanzado de una respuesta de él.

   No cambió de expresión, era como si estuviera estudiando mi cuerpo y asegurándose de que aún tenía vida y me movía. Debido a su silencio, yo también permanecí un momento así, al menos lo suficiente para recuperar mi aliento y fuerzas perdidas. Después de eso vi que su brazo se estremecía ligeramente, estaba seguro de que quería levantarlo o moverlo. Todavía me quedé parado enfrente observando su lenta forma de despertar, hasta que finalmente había hablado.

   —Oye. —Su voz fue ronca como la mía en las mañanas—. Oye…

   Yo prestaba atención a todo lo que hacía en busca de algo en lo que pudiera serle útil; sí, aunque ya no es mi jefe ni alguien que me conozca, aún no pierdo ese sentimiento de querer ayudarlo. Regresó su mirada enfrente sin decir algo más. Ya no pude contener mi deseo y me acerqué para abrazarlo como si no quisiera que nos despegáramos nunca más. Tan pronto como reconocí sus latidos contra mi pecho, bajé mis orejas cubriendo mi cara mientras humedecía su hombro con mis lágrimas. En pocos segundos sentí que se estremecía, específicamente como si tratara de dar pasos hacia atrás. Entonces rompí el abrazo y di un paso hacia atrás. Él ya estaba despierto.

   —¿Dónde estoy? —dijo mientras tomaba su cabeza con la mano que no tenía la marioneta— ¿Quién eres tú?

   Esa pregunta trajo de vuelta mis pies a la tierra. Claro, me dejé llevar tanto por mis sentimientos que había olvidado la verdadera situación que tenemos aquí. Sequé mis lágrimas y traté de darle la bienvenida tan claro como me fuera posible; mi voz estaba ronca.

   —Emm… —Ahora estaba recuperando mi aliento—. Este… Este es el restaurante en el que vas a trabajar ahora. Tú seguramente ya tienes un puesto asignado, así que… tal vez tengas que prepararte para…

   —Aguarda —me interrumpió—, ¿no se supone que esté actuando para mi público? ¿Por qué estoy aquí ahora?

   —De… ¿De qué hablas? —Esa chispa de esperanza volvió a mí.

   —Yo debía estar en el stage ayudando a mis compañeros de trabajo a dar el mejor espectáculo para los niños. ¿Por qué ahora estoy aquí? —Entonces miró a la marioneta—. ¿Y qué rayos es esto?

   —¿Quieres decir que recuerdas tu anterior código de programación? ¿Recuerdas cuando solías trabajar en… Freddy’s? —Junté mis manos en mi pecho.

   —¿Freddy’s? —Pensó en ello por varios segundos—. Freddy’s… Supongo que sí, creo que así se llamaba.

   Me miraba como alguien esperando respuestas para preguntas sin sentido. Esto era demasiado extraño para mí. Si podía recodar todas esas cosas, entonces los trabajadores que lo trajeron no han cambiado su antigua programación en Freddy’s.

   —Entonces… ¿recuerdas a Chica y a Foxy?
   Frunció el ceño, así como miró a un punto ciego para pensar en su respuesta.

   —¡Claro! Ellos son mis compañeros de trabajo. ¿Dónde están?

La margarita IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora