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Lo miré de reojo para confirmar que era un animatrónico disfrazado y no la muerte en busca de llevarme con ella. No me mostré demasiado interesado en conversar, aunque en el fondo sí quería por haber escuchado a alguien hablar español.

   —Hola —respondí, así como tomé de vuelta el vaso sin whisky.

   —¿Tú eres Freddy Fazbear, no? —dijo con su vista anclada a mi rostro.

   —¿Sí? —lo miré confundido—, ¿tú quién eres?

   —Vengo de un restaurante de comida mexicana en la Columbia británica. Viajé por más de cuatro mil kilómetros para llegar aquí.

   —¿Viajaste por todo eso solo para estar en esta fiesta? —pregunté en un tono obviando su absurdo viaje—, ¿por qué harías eso?

   —Mira a tu alrededor, ¿qué animatrónico no disfrutaría ser uno mismo aquí? A pesar de estar disfrazados. No sé tú, pero yo no convivo con nadie en mi restaurante, es sólo un silencioso cuarto amarillo con grandes sombreros y cactus empolvados alrededor. Vivir de esa forma orillaría a cualquiera a venir aquí a conocer nuevos animatrónicos.

   Entonces un animatrónico femenino llegó a mi sillón y me ofreció más whisky en mi vaso. Este animatrónico ordenó una bebida en francés que no logré entender. Di un sorbo más profundo de lo normal.

   —Aunque no lo creas muchos aquí hablan español, no todos son de Quebec. Tú solo tienes que ser más abierto y dejarte llevar por la vibra y la amistad.

   Seguía bebiendo de mi vaso como si no lo estuviera escuchando, sin embargo, respondí.

   —Yo paso el resto de mis días encerrado en un cuarto. Con trabajo sé quién soy y cuál es mi propósito, pero no puedo hacer nada porque estoy atrapado en una jaula sin salida. Si conozco a alguien no importará, porque volverán a sus restaurantes y todo será como era.

   Colocó su mano en mi hombro; su mano tembló como si la tela de mi saco lo hubiera pinchado, pero la dejó ahí.

   —¿Sabes qué, Freddy? Trabajar ahí no me aísla de las noticias alrededor del mundo. Pude estar al pendiente acerca de Freddy Fazbear's Pizza y sé por lo que estás pasando; bueno, la gran parte de todo.

   Su comentario me devolvió sentimentalmente a ese lugar, así como sentía que podía volver a ver a mis amigos y a mi novio; a quien fue mi novio. Aún es extraño para mí decir eso, pero he estado reteniendo bastante coraje para no desarrollar una colitis nerviosa, debo aunque sea dejar que las pocas lágrimas que me quedan vacíen ese tanque a máxima presión en medio de mi pecho.

   —Sé lo mucho que significaba para ti seguir ahí al lado de los animatrónicos que más querías. Es duro cuando sientes que tu corazón no está completo hasta que aprendes a aceptarlo.

   Comenzaba a escuchar el sonido de mis sollozos más notorios que la misma música en toda la pizzería.

   —Pero para tu suerte, tengo algo que podrá ayudarte bastante.

   Lo miré con una chispa de esperanza en sus ojos negros.

   —Yo supe todo el camino de todos ustedes después de que los Schmidt hayan demolido el restaurante. Tú y Bonnie fueron guardados en bóvedas durante casi un año, hasta que algunas personas decidieron que ustedes eran útiles y los movieron a nuevos restaurantes. Mi restaurante está muy cerca de Whistler, y sé el restaurante en el que está Bonnie. Yo… creo que podría ayudarte a reunirte con él.

La margarita IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora