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Cuando el sujeto se bajó del camión le susurré a Mangle para que buscara un mejor escondite.

   —Mangle, Mangle. —Mi voz era baja, pero podía escucharse lo histérico que estaba—. Ese tipo nos va a hacer dormir en el área de carga, busca un mejor escondite.

   —No te preocupe, Freddy, ya lo tengo pensado, ustedes vengan a dormir aquí.

   —¿Cómo que ya lo tienes pensado? ¿Dónde te vas a esconder?

   —Después te diré, ahora tienes que hacer lo que él te diga para que no se enoje. Apresúrate.

Me bajé del camión y caminé hacia la parte trasera de este. Lo vi tratando de abrir la puerta de este, sin embargo, estaba tan frío que mientras trataba era posible escuchar pequeños pedazos de hielo quebrarse. Cuando la abrió pude ver que algunas de sus cosas estaban regadas por toda el área, pero ninguna fuera de su caja o rota. Mangle no estaba adentro, ni siquiera parecía haber rastro de que estuvo ahí.

   —Tengo dos camas inflables aquí adentro. Trata de inflar la tuya tan rápido como puedas y ve a dormir, mañana volveremos a movernos temprano para que no nos vean los humanos. —Se metió al área y comenzó a buscar entre varias cajas.

   Sentía que todo mi cuerpo se estaba entumeciendo, y no solo por el gélido aire que se encargaba de crear pequeños cristales de hielo sobre nuestro pelaje, sino por miedo a no tener idea en dónde se escondió Mangle. Si algo falla en su plan y es descubierta por este sujeto, puede ser que no quiera llevarnos y nos abandone a los dos en medio de esta carretera oscura. En serio espero que sepa lo que está haciendo.

   —Toma. —Me pasó una cama inflable de plástico color gris—, date prisa antes de que se te congele la cola ahí afuera.

   Me metí al área como él lo hizo. Encendió un pequeño foco amarillo que estaba en el techo y trató de tapar algunos orificios con telas y cajas. El frío aquí era todavía peor que allá adelante. No podía evitar temblar y sentir que mis dientes chocaban contra sí mismos rápidamente. Él no parecía tener tanto frío, pero podía notar que también lo estaba por los cristales de hielo en sus ojos.

   Cuando ambos terminamos de inflar nuestras camas yo estaba dispuesto a dormir en una esquina del lugar para que él ocupara la otra, pero después me dijo que era conveniente para los dos dormir lo más cerca posible, de esa forma podríamos compartir algo del calor que generamos. Decidí no reclamar y hacerle caso al que ha viajado muchas más veces que yo. Antes de que nos durmiéramos, quise platicar un momento con él; él sí se acostó.

   —Oye...

   —¿Mmm?

   —¿Cómo te puedo pagar todo esto que has hecho por mí? —Mi voz a veces se cortaba por el frío.

   —No necesitas hacerlo, Freddy, es sólo un gran favor que estuvo a mi alcance, ¿por qué no ayudarte si podía hacerlo? Lo único que te pido es que no se te congelen las orejas hasta que lleguemos a tu destino.

   —Parece ser difícil, incluso aunque ya estamos muy abrigados todavía parece como si mi cola se estuviera congelado. Hasta pronunciar las palabras es difícil, casi como si mi mandíbula también se estuviera congelando. —Manipulé un poco mi mandíbula con mi mano.

   —Entre más pienses en el frío, más te convences de que te estás congelando. Sólo concéntrate en dormir y no en la temperatura de afuera, eso parece funcionarme. Ahora ve a dormir. —Entonces se cubrió hasta los pómulos con una cobija negra.

La margarita IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora