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   —¡Freddy! —dijo Bonnie en la entrada del breaker room—, ¡ya llegué! Sólo encontré unas chamarras viejas, supongo que nos servirán como almohadas. También traje algunas cosas para entretenernos —. Llegó a sentarse a mi lado—. Mira, encontré un yoyo. No tengo idea de cómo se juega, pero al menos es otra cosa más con la que podemos jugar, ¿no?

   La actitud de Bonnie era cada vez más tranquila y relajada para lidiar con cualquier situación en el restaurante; si estuviéramos los tres juntos haríamos un gran equipo para tener un gran futuro aquí en Whistler. ¿En realidad vale la pena irnos y dejarla sola? ¿Por qué me cuesta tanto trabajo decidir? Bonnie no pareció notar mi falta de atención a sus comentarios, en cambio comenzó a jugar con su yoyo sin poder realizar ningún truco; solo lo tiraba al suelo.

   —¿Sabes cómo se le hace? —preguntó mientras lo miraba.

   —Bonnie… —. Me incorporé.

   —Lo sé, lo sé, se ve terrible, pero con un poco de práctica voy a poder hacer esos trucos que los niños hacen. Solo… tengo… que… —. Su aumento de esfuerzo era en vano.

   —Bonnie —dije esta vez más fuerte.

   —¿Qué pasa? ¿Quieres intentarlo? —. Me miró, después comenzó a sospechar que algo estaba sucediendo conmigo—. ¿Estás bien? ¿Te sientes mal? —. Puso su mano en mi frente.

   —No —. Tomé su brazo y lo hice a un lado—. No es eso. Dime algo, Bonnie, ¿a ti te gusta estar aquí?

   —Bueno, si no hubiera sido por Mangle estaría rondando por ahí con la piel seca de tanto maquillaje; era muy fastidioso eso. Pero en cierta forma he encontrado un espacio de conformidad aquí y consiguiendo comida. ¿A ti no te gusta? —.Vino a recostarse sobre mi hombro.

   —No, sí, es muy bueno —reí un poco inseguro—, es solo que… —Comencé a hablar más lento—. Bueno… digamos que encontré una forma de que podamos irnos a otro restaurante y comenzar a trabajar de inmediato.

   —¿En serio? ¡Eso es increíble! ¿Dónde está ese lugar?

   Me sentía como si estuviera viendo una película de terror donde la criatura dentro del armario oscuro estuviera a punto de salir y atacar. Tuve un pequeño malestar en mi estómago; de cierta forma quería convencerlo de que no era una buena idea y se retractara. Parecía muy emocionado.

   —Está cerca del restaurante donde yo trabajaba, tendríamos que ir a Quebec.

   Se sorprendió al escuchar eso.

   —¿Hasta allá? ¿Pero cómo llegaríamos? Nosotros no podemos viajar en el mismo lugar que los humanos; acabarían con nosotros en un santiamén. ¿Cómo le haríamos?

   —Mira —. Colgué mi brazo en sus hombros—. En realidad esta oferta era para Mangle para que trabajara en un nuevo restaurante, pero nos la ofreció a nosotros para que comenzáramos a trabajar de una vez y no nos pudramos en este cuarto: sin ofender. Cuando le pregunté acerca de ello me dijo que un camión era la solución, que lo podíamos encontrar en la cima de una de las montañas aquí en Whistler. No sé exactamente cómo se consigue uno, pero dijo que están disponibles para trabajadores que los requieran; tendríamos que devolverlo en una base en Mont-Tremblant.

   Bonnie no dijo nada. Miró a su alrededor pensativo y en cierta forma melancólico. ¿Qué será eso que lo tiene pensando? Desde que llegué aquí supuse que el ambiente del lugar era tan deplorable que querría salir corriendo de aquí, pero se ve como si tomara todo lo que pasó en este lugar y se lo arrebatara de sus más sanos recuerdos. ¿Será que fui muy egoísta?

La margarita IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora