Capítulo 1: Freddy Fazbear

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*10 años*

Recuperando...

   —¡Hola, niños! ¡Bienvenidos a su restaurante favorito! ¡Espero que... les... guste la comida! —El conejo y Ivy comenzaron a reírse de mí.

   —Así no, Freddy. Tienes que practicar más —él dijo.

   —Es que me da pena estar enfrente de todos hablando así —dije bajando mi mirada.

   —¡Ya sé! —exclamó Ivy—. Nos vamos a voltear para que no te dé pena, ¿está bien?

   La idea no sonó tan mal para mí; tenerlo a él y a Ivy enfrente de mí me hacía sentir como si estuviera a punto de hacer algo muy feo.

   —De acuerdo. —Aún permanecí de pie.

   Ivy y el conejo se voltearon hacia la pared atrás de ellos. Ahora sólo veía sus nucas, así como también los escuchaba reír silenciosamente.

   —Bien, déjenme prepararme un poquito y ya empiezo.

   —Acuérdate de sonreír, Freddy —dijo él aún de espaldas.

   Cuando todos nos callamos, volví a buscar en mi tarjeta de memoria las frases que debía de usar cuando estuviera trabajando. Aún no entiendía por qué tenía que levantar tantas veces mi sombrero; o sea, ni que estuviera ventilando mi cabeza para que no sudara. Ninguno de los humanos de la fábrica estaba alrededor, aún faltaban diez minutos para que todos volvieran de su descanso; aunque estuvieran aquí yo seguiría jugando con ellos. Aquí están. Aquí voy.

   —¡Hola, niños! ¡Bienvenidos a... —Antes de que pudiera terminar mi diálogo, de pronto estornudé tan fuerte como los martillazos que retumbaban en la fábrica. Mi sombrero salió volando de mi pata izquierda. Ambos comenzaron a reírse desde sus lugares. ¡Rayos! De nuevo volví a fallar.

   —¡Eso estuvo muy bueno! —exclamó el conejo desde su lugar.

   —Freddy, ¿y tu sombrero? —Ivy comenzó a reír más fuerte cuando se volteó, y vio que ya no tenía puesto mi sombrero.

   —Aquí está. —Él lo tomó y lo observó por algunos segundos en su pata.

   —Espera, dámelo, no me gusta cómo me veo sin él.

   —Oh, vamos, Freddy, déjame ponérmelo un rato. Nunca en mi vida he usado un sombrero. —Comenzó a girar el sombrero enfrente de él.

   —Por favor. Siento que me veo calvo sin él.

   —Pero sí eres calvo —dijo Ivy mientras señalaba mi cabeza.

   Comencé a sentir mi rostro bastante caliente: siempre me pasaba eso cuando no tenía puesto mi sombrero, o incluso cuando el jefe lo tomaba para poder analizarme mejor. El conejo tomó mi sombrero y se lo colocó tal y como yo lo haría.

   —Mira, Ivy, soy Freddy: '¡Bienvenidos al restaurante... ¡achú!'.

   —¡Ahora sí!

   Me lancé sobre él, así como comenzó a luchar para que no pudiera agarrar mi sombrero. Ambos estábamos en el suelo, pero él estaba debajo de mí. Tenía que admitir que ese momento fue muy divertido, porque incluso Ivy gritó "¡Pelea!" desde su lugar y brincó hacia donde estábamos nosotros. Esa pelea fue buena, pero recordar que no tenía mi sombrero puesto me hacía sentir de vuelta apenado.

   —¿Ivy? —preguntó su papá afuera del cuarto.

   En cuanto escuché la voz de su papá, los tres detuvimos nuestra pelea y lo miramos como si tuvieramos al sol en la puerta, porque, cuando la abrió toda, dejó entrar toda la luz de afuera de este cuarto.

La margarita IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora