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   —¿O sea que ahora hablas francés? —preguntó sorprendido a mi lado.

   —Claro que no, aunque pude aprender algunas frases muy útiles, sobre todo para ti —. Tomé su barbilla y la alcé mientras tenía su cuchara en su boca—. ¿Quieres que te enseñe un poco?

   —¡Claro! Cuéntame. —Levantó sus orejas.

   Entonces comencé a reflexionar acerca de aquellas ocasiones en que me sentaba en la cama de ese cuarto frío y escuchaba las lecciones de diez minutos de Mangle; el Cupcake nunca me acompañó.

   »—Ahora bien, ya sabes que la letra erre es muy distinta de la forma en que lo dices tú y yo. Haz de cuenta que haces gárgaras con agua salada para las anginas. —Entonces comenzó a forzar su pronunciación.

   »Esa fue una de sus primeras lecciones, después me sorprendía en cualquier momento de la noche preguntándome cualquier frase como lluvia.

   »—¡Freddy! —Me gritó desde el pasillo afuera del cuarto—, ¿¡cómo se dice “haz ejercicio”!?

   »Entonces yo le respondí faire de l’exercice, aunque en realidad repetía ciegamente lo que parecía salir de sus labios cuando me explicaba la estructura de las oraciones. No quería decirle que parara de enseñarme esas frases porque pensé que pasaría el resto de mi vida en Quebec. Por fortuna ahora estoy aquí y puedo enseñarte varias de estas frases, ¿no es genial? Aprendí pronto una frase que me pareció perfecta para usar contigo.

   —¿Ah sí? ¿Cuál es? —. Se sonrojó un poco.

   —Je veux te baiser —dije tratando de acertar los sonidos exactos.

   —¿Y qué significa? —preguntó impaciente.

   —Quiere decir “te amo” —. Había picardía en mi sonrisa.

   Se sintió tan cautivado de escuchar eso que ocultó su cabeza debajo de mi barbilla y me ronroneó un poco como lo hacen los gatos; era algo que hacía por alguna razón, aunque nunca lo llegué a juzgar por ello, en cierta forma era muy sexy para mí. Ambos nos acercábamos al fondo de nuestros vasos con helados, supuse que yo tenía más hambre que Bonnie, pues su vaso aún tenía para satisfacerlo por otro día. Aproveché ese momento para continuar hablando de nosotros y no mantenernos en silencio, aunque eso no me molestaría.

   —¿Entonces esas tipas no te hicieron nada? No quisiera pensar que ayudaron a Golden Freddy y todos se pusieron en tu contra.

   —No —. Tragó una cucharada de helado—. En realidad estábamos los dos y FunTime Foxy. Parece que estaba hambriento de…

   —Oye, espera —dije rápidamente—, ¿FunTime Foxy? ¿Hablas de…?

   —Sí, de… tu exnovia.

   Pude notar por sus orejas que le costaba trabajo hablar de esto.

   ¿Está aquí? No la vi por ningún lado. No puedo creer que ella, después de tantos años de habernos separado, tuviera que coincidir con el mismo restaurante de Bonnie. ¿Acaso mi vida está destinada a otorgarle mala suerte a quien pase por ella? Si es así no deberían permitirme conocer a nadie nunca más.

   —Ella estaba a solas con Golden Freddy, muy a solas. Los interrumpí en medio de la acción. Él comenzó a actuar como si yo le hubiera parecido repulsivo y me odiara. Después sucedió todo lo demás.

   —¿Y ella aún está aquí?

   —No, después de que dejé de escuchar y ver ya no supe nada acerca de nuevos movimientos. Supongo que la transfirieron a otro restaurante o la mandaron a reparación. Sospecharon que mi condición se debió a un fallo en su sistema, ya que peleamos en su galería. No tengo idea de dónde esté, pero aunque haya hecho lo que sea de Golden Freddy la haya tentado a hacer, espero que esté cómoda y trabajando como debió de haberlo hecho. ¿Sabes qué?, me sentí un poquito celoso cuando me enteré que era ella, pero después me di cuenta que no valía la pena sentir rencor por algo que ambos pudimos superar: “superar” —repitió esa palabra—. Me arrepentí después de no haberla activado los días que estuve solo y bebiendo cerveza. Quisiera poder verla y disculparme por mis resentimientos hacia ella.

La margarita IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora