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   —Es como si viniera de aquí dentro, ¿no?

   Bonnie se preocupó un poco más y se levantó; sus orejas siempre se bajan cuando algo le molesta. Verlo ponerse de pie también me motivó a investigar lo ocurrido, ya que, en efecto, el olor parecía venir del área de cena del restaurante. De pronto pudimos escuchar platos y demás utensilios de cocina azotarse en el suelo. Nadie estaba gritando, pero sonaba como si alguien tratara de escapar del restaurante. Bonnie y yo intercambiamos miradas, entonces supimos que debíamos salir e investigar. No dijimos nada. Nos estábamos asegurando de que todo estuviera como lo habíamos visto hace tan solo algunos minutos. Ballora, quien siempre estuvo afuera de este cuarto, no estaba en su galería; eso era normal, pues Mangle la tuvo que llegar al cuarto de partes y servicios para arreglar sus circuitos y programación. Mangle todavía no estaba de vuelta, así como todo el lugar (al menos en esta parte) se veía bien. Debe ser en el área de cena.

   —Viene del área de cena, ¿verdad? —me preguntó Bonnie.

   —Sí.

   Entonces ambos fuimos por el ducto de ventilación que daba a la galería de Baby, desde ahí seríamos capaces de ver lo que estaba ocurriendo. Yo iba por delante. Conforme me acercaba más al final del ducto, pude notar una luz brillante y anaranjada al final de este, como si alguien hubiera encendido cientos de luces en dicha área. Cuando salimos del ducto pudimos ver toda el área de cena: la cocina ardía en llamas, así como estas se esparcían mesa tras mesa, alfombra tras alfombra, decoraciones tras decoraciones. Ese escenario catastrófico trajo de vuelta a mi mente lo que tuve que pasar en la fábrica antes de que se destruyera. Mi cabeza comenzó a doler; coloqué mis manos sobre mi cabeza.

   —¡Freddy, mira! —gritó Bonnie a mi lado señalándome la entrada del restaurante.

   En el fondo de este pude ver la puerta de enfrente siendo forzada, tal y como si alguien estuviera pateándola.

   —Dijiste que Mangle sale a tomar aire por las noches, ¿no? —preguntó preocupado.

   Era cierto, la que estaba haciendo eso era ella.

   —Sí, vamos. —Puse mi mano en la espalda de Bonnie y lo encaminé directo hacia esta.

   Pudimos salir a través de una escotilla en la pared que da hacia las mesas más oscuras del restaurante, pero no lo suficiente para que la gente no pueda sentarse ahí. El fuego se estaba encargando de volver carbón esas mesas. Cuando íbamos a la mitad del camino noté lo caliente que era el aire, a la vez que respirar era mucho más difícil con tanto humo saliendo de la cocina. Cubrí mi hocico con mi mano para no respirar tanto de eso que me provoca toser. Bonnie tampoco pudo aguantarlo.

   Antes de que pudiéramos llegar a la puerta Mangle la había logrado tirar de una patada. Permaneció de pie por un momento mientras observaba la catástrofe detrás de nosotros, la cual volvía el lugar más caliente.

   —¿¡Cómo pasó!? —exclamó ella mientras caminaba un poco más adentro.

   —No sabemos: nosotros estábamos en el breaker room tranquilos cuando de pronto comenzamos a oler que algo se estaba… —explicaba Bonnie.

   Entonces Mangle se detuvo en seco en cuanto observó una parte de la cocina: el cuarto de objetos perdidos al lado de esta.

   —¿Quién dejó ese cuarto abierto? —susurró un poco fuerte mientras nos daba la espalda, después gritó—, ¿¡quién dejó ese cuarto abierto!?

   La urgencia de hacer algo para cesar el fuego era insoportable, pero la desesperación de Mangle también era un factor importante de resolver. Ambos sentimientos no nos permitieron correr.

La margarita IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora