La margarita II

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Golden Freddy comenzó a hablar en mi mente.

   —Así es, Bonnie, volvimos a Estados Unidos para que tuviera una última oportunidad de ver a tu gran amiga de la infancia: Ivy.

   Me hablaba mientras yo miraba su recámara azul y oscura. En la otra pared se encontraba su cama con sábanas púrpuras y almohadas grandes. Podía ver su cabeza sobresalir de las sábanas. Alrededor de su cuarto había algunos muebles con ropa de una chica adolescente; a veces olvido que ella también ha crecido durante nuestro tiempo estando separados.

   —Como verás, Springtrap y yo no le hicimos daño alguno, ella ha tenido una vida ordinaria y como la de cualquier otro niño desde que una señora de edad madura comenzó a cuidar de ella, al menos desde que Matías huyó de la fábrica y no volvió para hacerse responsable de ella. No tienes idea el dolor que sentí al verla con una gran herida en su cabeza mientras todos en la fábrica huían y la dejaban como a cualquier animatrónico. Mi rencor hacia Matías me orilló a no dejarla vivir otro mañana, pero fue demasiado tarde.

   Caminé un poco más adentro. Su cuarto era más cálido que el pasillo. Detrás de la puerta pude ver algunas estampillas de bandas de rock y pop, así como otras de personajes animados.

   —Durante el tiempo que estuviste trabajando en MoonLight yo me dediqué a buscarla; fue casi imposible, pues no tenía alguna pista de su paradero. Después de varios años lo había logrado, y entonces nos dedicamos a esperar a que bajaran la guardia en Freddy’s y tener una oportunidad para entrar en acción. Si no aceptaban nuestras peticiones, Ivy pagaría las consecuencias. Pero no lo hizo: volvió sana y salva de vuelta a su casa como si nada hubiera pasado, ni siquiera en un sueño.

   No me sentí con las agallas de caminar hasta su cama y poder contemplarla, así que preferí caminar y observar sus muebles, los cuales tenían algunas fotografías y más prendas de ropa. Abrí su guardarropa para encontrar una foto mía detrás de la puerta.

   —Pero, aunque tú y Ivy hayan sido separados por catástrofes que causó Springtrap, ella nunca te olvidó: nunca antes había visto a un niño tan entusiasmado por un animatrónico; ese entusiasmo perduró por todos esos años que trabajaste por tu cuenta y cuando llegaste a Freddy Fazbear’s Pizza. Solo mira todos esos corazones alrededor de tu rostro, de tu guitarra, de tu stage. Ivy siempre anheló poder volver a verte de nuevo, y aunque no muchos jóvenes suelen interesarse por nosotros a su edad, ella te cuidó en su corazón no como un animatrónico o una atracción, sino como un amigo.

   Alrededor de dicha foto había otras más (un poco más pequeñas). Todas eran cuando trabajaba en MoonLight: cuando algunas personas que trabajaban en televisoras venían a grabarme y enseñarle al mundo lo que un solo animatrónico podía hacer con tantas familias. Cuando los trabajadores vendían fotografías de los niños junto a mí en el stage, en sus mesas, ofreciéndoles comida, dejándolos agarrar mi guitarra, etc. Incluso estaba una foto del día que celebraron mi cumpleaños en MoonLight y un bebé tomó su pastel para embarrármelo en el hocico.

   —Después de que saliste del restaurante, se preocupó por no saber a qué restaurante te llevarían, aunque las noticias presumían saber que Mike Schmidt te había comprado, ya que varias personas juraron verlo entrar a MoonLight y convencer al gerente de que tenerte a ti y a un elefante cantor generaría la misma ganancia a un precio razonable, ¿por qué? Porque él no era superdotado. Entonces el dueño aceptó su pago y te transfirieron lo antes posible para que nadie se arrepintiera de los términos y condiciones impuestos. Ivy leyó los periódicos con ansias donde se anunciaban las novedades de los restaurantes de comida rápida; debido a su ubicación le era imposible ir a visitarte hasta allá, y esta señora no la llevaría aunque se lo rogara; era un viaje tan largo y solo eran dos personas. El día que fuiste anunciado en los periódicos, cambió el tatuaje en su corazón de MoonLight a Freddy Fazbear’s Pizza, pero, desde luego, debajo de este siempre estuvo tu nombre.