Capítulo 38

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Las piernas me dolían de estar horas en pie, pero mi determinación era sólida como el cuchillo de mi mano. Lo lancé en el aire. El maniquí de madera tembló del ataque. Sin embargo, no lo festejé, porque, una vez más, no conseguí dar con los puntos vulnerables: cabeza y corazón.

—Siéntate —Repitió Breyton por tercera vez, impaciente desde su asiento. Y al ver mi desoír de ir tras los cuchillos clavados dispuesta en hacer el intento, endureció aún más su voz y cambió de táctica—: Es una orden. No me pongas a prueba si vuelves a faltar, Sarah.

Irritada, arañé el aire con un suspiro mientras me dirigía a cumplir la orden. Desconocía los castigos siendo mi entrenador, pero estaba segura por experiencia de otro caso, que no entendía las limitaciones.

—Tensas bastante los músculos —Empezó a señalar Breyton con su copa de vino—, tienes que aprender a relajarlos. No estás en una lucha de cuerpo a cuerpo.

Yo trataba de ocultar la exasperación que ardía en mis entrañas ante sus críticas. Y pese a ello, estaba agradecida y no le respondía con aprensión. Breyton era el maestro que necesitaba, pero como persona…

Miré el cuchillo con el deseo perverso que solía apoderarse de mí en aquellas ocasiones.

«No, Sarah. El cuchillo se lanza al maniquí, no a la cara del profesor.»

La mirada de quien pensaba cayó sobre mí, con la resurgida tensión en mi cuerpo que recién juzgó. Lo ignoró, sin preguntas ni sermones, y estiró su mano hacia la jarra.

—He recibido un mensaje del destacamento. Está por llegar al castillo mayor —anunció de repente.

Era puro alivio escuchar una noticia y una buena, después de cuatro días de espera sin ninguna. No oculté la emoción, esbocé una sonrisa con la mano en el pecho y no busqué explicaciones de por qué tardó en comunicarlo. No tenía por qué preocuparme tanto, pues Malkolm viajaba bien escoltado; diez hombres nada menos, entre ellos Nerelyn, la mano derecha de Breyton y nombrada comandante. Después estaba Kenril, otro confidente y decían que era uno de los mejores guardaespaldas. Llegué a saber sobre los lazos y pasados que los unían gracias a una cena que me invitó Breyton. Nerelyn era la hermana mayor de Farj, el secretario de Malkolm. Farj fue enviado para calmar la desconfianza de los clanes que se oponían a que uno de los suyos viajara más allá de los puentes. Explicaba el mal genio de mi pareja cuando Farj se interponía en sus asuntos. Y Kenril pertenecía al clan de Malkolm. Se llamaban popularmente Clan de Sangre Oscura, por sus orígenes de otras tierras lejanas, el color de piel tostada y cabellos largos y oscuros. El caso es que Kenril fue desterrado por un desacato grave al alfa, en ese tiempo era el padre de Malkolm. Breyton decía que no tenía rencor a su amigo, que separaba las acciones de un padre a su hijo. Le creí por mi propio bienestar mental que a veces olvidaba que me perjudicaba directamente a mi embarazo.

—¿Crees que… tu reina aceptará la petición de Yoreg? —pregunté mirándole de reojo mientras cortaba una pieza de pan que olía a miel.

—Tendría que acostarse con ella para convencerla.

Breyton comenzó a reírse de mi cara de espanto.

—Tranquila, pajarito, es imposible convencer a La Superiora de ese modo.

—Dudo que Malkolm optara por ese camino —murmuré.

—Depende —Sonrió desafiante y esta vez, dejé de lado mis limitaciones para mirarlo de la misma intensidad. Breyton empezó a jugar con la hoja de una de las cuchillas abandonadas en la mesa; una extraña manía que me ponía muy nerviosa—. Si tu vida está en juego, haría cualquier cosa para salvarte. Es su mayor defecto: sacrifica más de lo conveniente por conseguir lo que desea aunque esté en juego a perderlo todo o incluso su vida.

El alma del lobo (Completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora