Capítulo 13 parte 1

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⚠️ Aviso de contenido: escenas de abuso y violencia explícita.




Malkolm no me contesta a mis llamadas mientras estoy en su casa. Después, descubro el móvil dejado en modo "silencio" en la mesa pequeña del centro de la habitación". No sé si lo hizo por descuido o con intención. Esas suposiciones me parten la cabeza. Así que no puedo saber dónde está e informarle —que no sea una nota— que debo volver ese día a Edimburgo por el seguro de la casa. El no poder despedirme hunde más mi ánimo, además del mal trago de su mala acción de dejarme sin respuestas.

El seguro me obliga a estar presente al día siguiente en la casa de mi tía con el perito que valora con ojo crítico los destrozos. Me esfuerzo por no llorar de dolor de todos los recuerdos y pertenencias de mi tía hecha añicos. Una vez que se va, miro a mi alrededor. Me encojo de hombros con las manos metidas en mi abrigo. Quiero irme, pero me duele el pensar en dejar otro día más este desastre. Ahora no tengo excusa por la espera del seguro y mi padre está medio desaparecido. Dejo escapar un suspiro de derrota, me quito el abrigo y lo cuelgo en una silla, me hago un moño con la coleta del pelo y me dirijo al armario de limpieza.

Me tardo medio día en arreglar una cuarta parte de la casa.

Llego a escuchar la melodía de mi móvil en la cocina mientras abro otra bolsa de basura para tirar otro montón de trastos imposibles de recuperar. Me apresuro a atenderlo, pero dudo cuando leo el nombre en la pantalla. No es la primera vez que me llama en el día y el anterior. La llamada termina y, aun así, no lo abandono en la encimera. Empiezo a meditarlo, tratando que no me dejara llevar por el enfado sino por la razón, si realmente el largo castigo de indiferencia es suficiente por hoy. Creo que sí. Desbloqueo la pantalla y reenvío la llamada de Malkolm. Enseguida, como si tuviera el móvil pegado a su mano, me responde al segundo. Quiero ignorar cómo me afecta el modo lastimero en el que usa mi nombre.

—Estoy enfadada contigo —digo en cambio.

Él resopla.

—Lo suponía —susurra. Miro los muebles de cocina distraídamente, pero tomo lo que dice a continuación—: Estaba preocupado por ti, por si tu padre...

—Estoy bien —Lo interrumpo e ignoro ese pinchazo en mi pecho—. Pero, no sé qué derecho tienes de hacerlo porque yo no lo tengo cuando se trata de ti. Decidimos ser una pareja de verdad, Malkolm. No sé si sabes lo que conlleva.

Un silencio se presenta en la línea hasta que escucho un intercambio de respiración algo forzada.

—Lo siento, Sarah.

—Un "lo siento", me vale una vez, quizás dos veces, pero a partir de la tercera pierde valor. Incluso no estoy segura si hubo una cuarta o una quinta.

—Tienes razón —coincide y no sé por qué no me satisface escucharlo.

Hay una lágrima que cuelga en el rabillo de mi ojo. Yo no sé qué más decir que no empiece por insultarle, pero revelo aquellas emociones que me dejó ese día:

—Me sentí abandonada cuando te fuiste sin explicaciones. Y después enfadada, muchísimo... Al menos yo quería explicarte por qué me fui, pero dejaste tu móvil. ¿Podrías haberme dicho a donde ibas para arreglar eso siquiera? No. No das opciones...

Malkolm no me interrumpe en ningún momento y me cabrea también. Siento que él haga lo que haga, aunque sea en respeto, no lo valoro.

—Sabes que estoy... enfermo, Sarah.

—Lo he visto...—Reconozco con los hombros tensos. Cierro los ojos y me encuentro a un Malkolm con un comportamiento agitado y con una mirada... fuera de lo normal. Y ese frasco en su mesa de noche y la prisa por irse una vez que perdió el contenido, como si fuera una medicina de un enfermo dependiente. Me apoyo en el borde de la encimera—. ¿Por qué no me hablas de ello?

El alma del lobo (Completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora