Capítulo 8

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Me siento grande o pequeña, o al mismo tiempo, otras soy gelatinosa o sólida, cuerda o demente. Así es ser tocada por Malkolm. Cuando acepto darle el control, no tarda en robarme lo poco que quedaba de ropa y hacerse con la suya. Lo demuestra con cada pieza de mí. Entre paciencia y ansiedad, besa y toca todo cuánto encuentra y yo no me quedo atrás. Lo único que destaca es el morder, jugando, como un cachorro. También respeta mis límites sin rechistar y suma más de mi confort. Sus manos acunan mis pechos y se nota el contraste de mi piel blanca con la suya tostada.

—Creo que vas a comértelos si no te detengo —La risa se sustituye por un gemido cuando absorbe uno de mis pezones probando lo que dije.

—Pienso hacerlo, como el resto de ti —promete, recuperando su costumbre de devorarme la boca.

Me invaden unos ojos peculiares, aquel radiante dorado que adorna sus iris. Y cada vez que los veos, cierro mis ojos con fuerza para aclarar mi cabeza entre los sofocos que produce mi cuerpo.

«Es la luz, Sarah» Me convenzo.

Malkolm se endereza ante todo su esplendor de cuerpo viril y observa fascinado el mío como la vez que me desnudó. Siento vergüenza, pero también estoy complacida de conocer la reacción que le provoco, como si fuera una diosa. Tenso mis extremidades con placer cuando explora con sus dedos todo lo que esconde mi intimidad mientras se agacha a besar mis pechos. Le indico con la sabiduría de mi mano sobre la suya, acompañadas de suaves palabras, mi preferencia por ser tocada. Aprende rápido. Gruñe satisfecho de escuchar mi gemido agudo, más alto y salvaje que los anteriores.

—Malkolm... —Arqueo mi espalda rendida al placer. Malkolm atiende aquel punto de nervios sin detener su viaje de idea y vuelta dentro de mí.

Atrapo el cojín más cercano y escondo mi cara.

—Mírame, Sarah —Me pide con un tono juguetón. Se inclina ante mí, se adquiere a mi piel para susurrarme—. Quiero ver esos grandes ojos. Esa naricilla de pecas y mejillas rojas —Uno de sus dedos acaricia el hueso de mi clavícula—. ¿Sabes lo preciosa que estás? ¿Y cuánto me excita?

Es posible que alguien como yo muera por tanta ternura y deseo. Este hombre es una excitante arma mortal.

—No ayudas diciéndome esas cosas.

Pero, poco a poco, el cojín se desprende de mi rostro. Soy consciente de que sus ojos son verdes, no dorados. Compartimos una estrecha cercanía visual, y me arriesgo a decir que también algo más profundo.

—En serio, me tienes hechizado —Me confiesa, besando mi mejilla, la punta de la nariz y tantas partes de mi cara que pierdo la orientación.

Esta vez, el beso en mi boca fue dulce, pero lleno de deseo como si dijera "No quiero que esto acabe tan rápido, aunque me torture la espera" Es imposible no perderse en nuestros besos, ese detalle de morder, tirar suavemente de los labios entre los dientes y hacer esta batalla infinita de lenguas. Me aferro a su cabello, con mis piernas alrededor de sus caderas, sin opción de escape surgiendo aquellos sonidos mezclados de humano a animal. Pero lo anormal, fue... diferente para mí. Es imposible ignorar la rigidez de su miembro acariciando mi vientre, así el deseo aumenta y aumenta, me oprime y quiero expulsarlo a gritos. Ojalá pudiera tumbarlo y aprovechar la libertad de tenerlo a mi merced, pero mi malherida rodilla protesta continuamente de forzarla alrededor de Malkolm.

—Se hará de día y aun no hemos terminado —comento, con una risita.

Malkolm comprueba lo cuan excitada que estoy y lo demuestra para sí, rozando su pene entre mis muslos.

—Esperaba que lo dijeras, porque tampoco puedo esperar más.

Abiertos los ojos, contemplo a un Malkolm impaciente y encorvado, colocándose entre mis piernas y guiando su dura masculinidad a mi entrada. Un dolor tirando a quemazón me atraviesa. No sé si es por la falta de "práctica" o por la emoción del momento, o es por el grosor de él. Animo a Malkolm con un gesto de la cabeza a que continúe al ver mi cara en tensión. Disminuye esa incomodidad al adaptarme poco a poco a su forma. Un suspiro de placer nos asalta al llenarnos por completo. Mal se agarra a mi pierna y cedo a rodearlo de nuevo, que le asegura ventaja para el ritmo que empieza como una canción: la introducción es lenta y acompasada y la mitad es profunda y acelerada. Y el final... Explosivo.

El alma del lobo (Completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora