Capítulo 28

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La única luz que dejé prender fue el de una pequeña vela, y con la tentación de dejar más por miedo a una oscuridad que no sólo dominaba en el interior de aquel lugar

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La única luz que dejé prender fue el de una pequeña vela, y con la tentación de dejar más por miedo a una oscuridad que no sólo dominaba en el interior de aquel lugar. Al recibir la cama, los ruidos más livianos llegaban a mí con doble volumen y retumbar como el aire que se cuela y huye de la pequeña abertura bajo el brasero del suelo, como las olas impactando con violencia contra el muro de piedra como si desearan derribarlo... Quizás mi mente quería distraerse con eso que recordar la soledad y la inquietud que vivía. Hice muchos intentos de abrirme al sueño e ignorar el escándalo de mis pensamientos. Tras varias horas y vueltas en ese colchón que parecía hecho de paja, cerré los ojos y sólo me concentré en el sonido de mi respiración.

Un gruñido animal taló de cuajo la tranquilidad de la habitación. Aguardé unos segundos, por si era producto de un delirio tras todo lo sucedido. Pero volvió de nuevo. Esta vez, se extendió el sonido que atraía una peligrosa atención. Mi vista no alcanzaba a ver más allá de la orilla final de la cama. Lentamente, hice emerger la cabeza y seguido de la espalda. No había ninguna criatura lobuna y si la hubiera se fundía en cortinas de sombras. Y fue entonces, cuando apareció la bestia de cuatro patas con ojos de un oro que marcaba el alma. Y como en el bosque, quedé petrificada, debatiendo entre huir o pasar desapercibida. A esto último no podría ser. Pues yo era el objetivo del lobo por su andar y su mirada fija en mí.

— ¿Á-Áric? ¿Eres tú? —balbuceaba mientras aferraba mis uñas en la manta de lana con el corazón sobrecogido de asombro y terror.

Cierto o no, era una bestia que con hincar colmillos, garras o un empuje podría darse un resultado mortal. No sabía hasta qué límite podría burlar a la muerte, pero sí el dolor y cómo dejaba rastros de crueldad bajo la piel. Mi estómago se contrajo, como si recordara el arma que asestaron en su interior.

— Vete, o gritaré —Mi voz podría sonar atina al miedo, pero prometía cumplirlo con una mirada de advertencia.

La imagen del lobo se distorsionó como si yo sufriera un lapso de ebriedad, como si aceptará el vino de los hombres de Breyton finalizando la cena. Fruncí mi ceño, afianzando mi visión. Del terrorífico animal, pasó a un cuerpo varonil. Algo de calma se instaló, sin embargo...

Esperaba encontrarme con Áric, con una certeza de usar cualquier objeto de defensa dependiendo de sus intenciones. No fue a él quien debía hacerlo, pues percibí una presencia a mi lado y empezó la verdadera pesadilla. La condena que nunca acaba. Esta, me arrancó un grito de zafarme del brazo; me golpeó la cara con la rudeza de una roca provocando impactar en el colchón. El ahogo comenzó. Una fuerza invisible arremetía contra mi garganta y mis arañazos que intentaban evitarlo los recibía directamente como autocastigo de mi defensa. Las lágrimas escaparon de mis ojos del extremo esfuerzo de respirar, encontrar una bocanada de aire con solo calmar la presión de mis pulmones. O tener una voz de la cual recurrir en ayuda. Una figura masculina emergió cual niebla, pero no hacía falta aclarar su rostro para reconocerlo. Sabía quién era el fantasma de todas las noches. El destello de un cuchillo igual a los ojos de mi asesino alzándose sobre mí, apuntando a mi estómago... podría ser el final. No lo era. Era sólo el comienzo. Porque después de incrustarme y sacarme el arma sin la menor vacilación y arrepentimiento humano, me mostraría una sonrisa mientras la herida se convertía en una fuente de sangre. Y recordaría lo que mi madre vivió multiplicada por diez. Y a pesar de sentir el mango del martillo en mi mano, no tenía fuerzas para levantarlo. La impotencia era el mayor de mis desgracias. Cerré mis ojos deseando despertar antes de sentir la proximidad de la muerte hecha de acero.

El alma del lobo (Completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora