Capítulo 16

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«¿Anoche bebí?»

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«¿Anoche bebí?»

Un dolor me taladra diversas áreas de mi cabeza, además de que no logro recordar el día anterior, como si anoche hubiera ido de fiesta con unas amigas y perdiera el conteo de las copas.

«No, no es posible» Me reprendo, cuando empiezo a ser consciente de mi situación, que más tarde, lo acompañan escenas oscuras y teñidas en rojo. Jamás me acostumbraré a esos escalofríos que parecen rozar algo más profundo y valioso dentro de mí como mi alma.

Observo con los ojos entornados la habitación de Malkolm que se aclara por la luz diurna que se filtra por un ventanal que se olvidaron de correr las cortinas por la noche. Seguramente, para cuando llegamos a su casa, estaba dormida y me dejé cargar en los brazos de Malkolm hasta su cama, eso explica que continúe con mi ropa del día anterior, salvo mi abrigo y mis botas.

Recojo mi móvil que descansa en la mesa auxiliar como es lo habitual. La luz de la pantalla me roba la vista con una punzada de dolor que sólo dura unos segundos.

Diez y media.

Siento el peso de la hora. Hace mucho tiempo que no había dormido tanto y me despertara tan tarde.

Sin obligaciones...

Sin pesadillas...

Recorro con mi mano el lado opuesto de la cama, tratando de alisar las arrugas del cubre colchón y las sábanas abiertas en dirección a la orilla, con el olor de Malkolm impregnado y también en mí. Ni siquiera me había percatado de su presencia, y también me refiero a esa costumbre de abrazarme cual koala a su eucalipto una vez se incorpora en el lecho.

Una de las puertas se abre lentamente, con la intención de no despertarme, pero al hacer contacto con mi mirada, Malkolm recorre la habitación con paso firme y seguro. La alegría mueve mi corazón como una mariposa revoloteando entre flores. Me da los buenos días con una sonrisa cerrada y yo le correspondo con una contraria, que muestra mi dentadura mientras mis dedos juegan con el dobladillo de la sábana. El colchón se inclina hacia el borde en cuanto toma asiento y me hace entrega de un vaso de cristal. Nada más ver el color verdusco, me provoca una mueca de asco. Yo no tomo bebidas con ese color por una mala experiencia. Una amiga, aficionada a hacer sus propios batidos detox, me convenció de probarlo y me costó quitarme ese sabor indescriptible en mi boca y también de mi memoria durante todo el día y sin contar las náuseas en mis intentos de borrarlo de mi paladar.

—Dime que no es uno de esos batidos para "desintoxicar" el cuerpo.

Malkolm me mira fijamente con el ceño fruncido como si hablara en otro idioma.

—Es un zumo para aliviar las náuseas —dice de forma cautelosa como si temiera la posibilidad de rechazarlo.

Hago un esfuerzo por no hacerlo, al menos no de primeras; además, el simple hecho de pensar en comida nada más despertar me entran arcadas. Acerco el vaso a mi nariz y realizo un estudio profundo con mi olfato como haría un animal, eso le saca una risita a Malkolm que desearía tenerlo grabado en mi móvil.

El alma del lobo (Completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora