Capítulo 18

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Era un sueño. Debía serlo, pues el bosque nunca había mostrado tanta vida como en una cálida noche de verano en vez de una noche fría y solitaria que convencía de resguardarse en el hogar. Las plantas desprendían parte de la luz de la luna llena media escondida tras las copas de los árboles y nubes. Había un ave nocturno que piaba tímidamente y que callaba cuando pisaba la tierra. Mi bolso pesaba de mi hombro y notaba mi peto vaquero húmedo y sucio en mis rodillas como si hubiera recibido una caída.

Me detuve y contempleté anonadada unos misteriosos árboles gemelos. Poseían unos delgados troncos, tan negros como las escamas del carbón. Se entrelazan entre ellos en un lazo íntimo formando un arco de entrada.

Bajé mi vista y reprimí un salto de implantarse la presencia de la Bruja. Con toda blancura de traje y piel que se fundían en uno, con ese cabello rebelde que tenía la medida de su columna el cual uno de sus dedos jugueteaba con un mechón y entornaba la mirada... ¿Verde? ¿Azules? No podía distinguir el nuevo rasgo de ese color de ojos.

— Noches atrás llevo escuchando tus llamadas... — Cerró los ojos meditabunda apreciando algo en mí que desconocía y sostuvo un puño de tela de su vestido mientras de reunía conmigo —. Aquí estoy en tu respuesta, pero debes apresurarte con tus preguntas porque mi tiempo se agota.

Abrí mi boca, pero ninguna pregunta salió de tantas.

Un afilado gemido me fue arrancado por los fríos dedos de la bruja que tomaba mis manos. Los inspeccionó y me recordó a Malkolm.

— Cómo deduje: estás tan asustada que no recuerdas la paz, perdida, confusa con este don. ¿Sabes qué eres? ¿Qué puedes hacer con este don que te ganaste? ¿Lo cuán valioso que las más inimaginables criaturas harían lo que fuera por obtenerlo?

— ¿Qué me gané? —Fue la única pregunta que brotó de mis labios, incrédula y arisca sobre aquella definición y rechacé su contacto bruscamente.

Yo no pedí nada. No me sentía orgullosa de ganar nada.

Entonces, un aullido propio a la de un lobo, se alzó sobre los dominios del bosque que el miedo estranguló mi pecho. Daiah retrocedió calmada, pero tenía la sensación de que se preparaba para desvanecerse ante mis ojos. La retuve a tiempo atrapando su muñeca.

— ¡No! ¡Antes dime qué harás con el bebé una vez nazca!

Sí, estaba desesperada. Y nadie me detendría en apagar mis grandes dudas.

La bruja me lanzó una mirada maligna y formó un puño aunque sin zafarse de mi agarre. Dio un paso que sentí cómo el suelo tembló o eso creí imaginar.

El alma del lobo (Completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora