Capítulo 12

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Abro los ojos de golpe, con falta de aire y las articulaciones agarrotadas, como si despertara dentro de un ataúd

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Abro los ojos de golpe, con falta de aire y las articulaciones agarrotadas, como si despertara dentro de un ataúd. Me cuesta convencerme que sólo fue una pesadilla, que estoy sana y salva. Busco el interruptor de la lámpara a tientas como hace horas. La cálida luz me calma en gran parte y vuelvo a estirar la mano para alcanzar un vaso de agua que no recuerdo haberlo visto anteriormente, pero necesito con urgencia al notar la garganta tan áspera como una piedra pómez.

—¿Una pesadilla? —La voz de Malkolm me sobresalta, casi me atraganto con el agua.

Había olvidado que duerme conmigo. Lo último que recuerdo es escuchar una de sus historias mientras acomodaba mi cabeza bajo la almohada y pensar «Qué fresquito... y qué sueño.»

Me limpio la boca con el dorso de la mano tras dejar el vaso y me giro hacia él. Sus ojos claros y brillantes parecen más despiertos y vivos que los míos. Un mechón ondulado cruza su entrecejo fruncido, entre sus gruesas cejas que acentúan más su expresión, detalles tan estúpidos a vista de otros, pero que para mí lo hacen sumamente sexy. Todo ello me deja preguntándome durante un largo minuto qué iba a responderle.

—Lo siento, no quería despertarte —Susurro, como si estuviéramos a oscuras y medio dormidos, lo contrario de ahora. Ruedo en busca del interruptor—. Ahora apago la luz —Malkolm me detiene con su mano en mi brazo y me obliga a tumbar mi espalda.

—Puedo dormir con la luz encendida.

Malkolm parece comprender que necesito la luz en este momento porque no puedo tolerar la oscuridad tras sufrir una pesadilla. Ese gesto abraza mi corazón que agradecida, me acerco a él, hasta quedar unos centímetros de tocar nuestros rostros. Le acaricio la mandíbula con mi pulgar. Su aliento expira de forma cargada, tensa, como si le costara respirar.

—Gracias —digo simplemente, a pesar de las emociones tiernas que florecen en mi interior gracias a él.

—¿Quieres hablarlo?

Me sorprende que lo pregunte tan tarde, como si lo recordara ahora. Aparto la mirada sopesando la idea. Por encima de él, se ve una silla con su ropa tendida sobre el respaldo, pero mi mente me lleva a las historias de anoche. ¿Cuánto es real y cuánto es mentira?

—La verdad es que no... Quizás otro momento.

Me muevo de nuevo, esta vez, uno mi frente en su pecho, con la necesidad de restar los ruidos de mi cabeza y concentrarme en la plenitud que irradia él.

Sus dedos apartan los mechones que esconden mi cuello, empiezan a palpar la piel, como si buscaran algo.

—Tienes la presión alta —señala con una voz que delata sin lugar a dudas un deseo intenso que conocía bien—. Y la piel fría. Muy fría... —Saborea el adjetivo como su antítesis.

—¿Qué vas hacer? —Pregunto, estirando mi cuello para verlo en sus ojos, aunque conocía a la perfección su intención.

Él sonríe, mientras un colmillo, más largo y ancho de lo natural, se clava en su labio, mostrándose malicioso y con un toque de atractivo.

El alma del lobo (Completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora