Capítulo 36

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Recibí una leve sacudida en el hombro y un Malkolm llamándome para que despertara

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Recibí una leve sacudida en el hombro y un Malkolm llamándome para que despertara. Mi nombre en sus labios sonaba agradable que no me importó que insistiera. Y cuando levanté mi cabeza sobre la mesa, un tirón me golpeó desde el cuello hasta la espalda baja, un dolor que me recordó a la época estudiantil. El rostro de mi pareja estaba casi a mi altura, pues estaba inclinado y en medio cuclillas.

— ¿Malkolm?

Malkolm tenía los ojos más abiertos, o eso me parecía. Estiró su mano para tocar mi rostro, justo en la comisura de la boca que la noté húmeda.

— Anoche te oí salir de la cama, pero me sorprendió que al despertar te encontrara dormida en la mesa. Le tendrás cariño para dormir de un tirón por tu cara —Sonrió burlón.

Me sonrojé un poco, no por quedarme dormida de ese modo, sino que Malkolm me había limpiado la baba de la boca como si fuera un bebé. Oculté y limpié con el dorso de mi mano la zona y rodé los ojos a la superficie de la mesa. Había cuatro hojas donde no había espacio para más trazos. Se deslizó ante mi vista uno de ellos por la intromisión de la mano de Malkolm ya con las piernas estiradas.

— ¿Y estos dibujos?

— Son… Estaba practicando unos ángulos faciales, pero es difícil avanzar con este material.

Malkolm volvió a posar su atención en ellos. Gracias que no lo había terminado. Ninguno. Daría cierta cosa, pues intentaba dibujarlo a él. Despacio, dejó el dibujo en la mesa.

— Traeré tu material de la mansión —dijo comprometido y me dolió más escucharlo que sentirme agradecida.

Hebras de mi cabello de lo que antaño fue un recogido se trasladaron de lugar para dejar al descubierto parte de mi cuello; Malkolm lo cubrió con su acaricia que alentó calentar mi cuerpo.

— ¿Estás triste por la partida de mañana? —preguntó.

— No, claro que no —expresé con sarcasmo. Malkolm sonrió, para mi sorpresa, con buen humor, pero no duró suficiente como un cielo despejado en Edimburgo.

— ¿No tienes la mañana reservada para Breyton? —Por su tono, supuse que la idea continuaba causándole cierto rechazo.

Las lecciones de Breyton prosiguieron hasta el anochecer. Como él dijo, Malkolm se pasó por allí, pero totalmente preocupado por mí, puesto que me buscaba al no dar conmigo en su habitación. No le hizo mucha gracia verme tan concentrada únicamente en acertar con los cuchillos y con Breyton de profesor... Bueno, no estaba segura si le enfadaba más que creyera que me había perdido por el castillo o que Breyton corrigiera por enésima vez mi postura corporal. Cuando volvimos a la habitación a cenar y prepararnos a dormir, poco habló de lo ocurrido con su hermano. Dijo que volvió a tener problemas de autocontrol. Yo estaba segura que la camisa que llevaba no era la misma con la que salió. Y él era de conservar sus ropas limpias y pulcras.

El alma del lobo (Completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora