Capítulo 30

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La coalición del viento a los muros por encima de nosotros integraba la violencia del silencio y algunas piezas de metal que colgaban y se tocaban (puede que de las armas) intentaban amortiguarlo

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La coalición del viento a los muros por encima de nosotros integraba la violencia del silencio y algunas piezas de metal que colgaban y se tocaban (puede que de las armas) intentaban amortiguarlo. Nunca había visto a dos hombres tan quietos y a la vez tan inquietos por dentro. Es como si fueran tanques de bombas, de esas de la última guerra mundial, delicadas, que con un golpe de nudillos, explotan y arrasan con todo. Y peor era mi inseguridad de frenar una disputa mayor que aquella. 

— ¿Quieres la verdad? —repuso Malkolm golpeando con su voz—. Te diré claramente que la condición en la que esté Sarah, inmortal o no, sea quién sea, no te incumbe y con ningún derecho en nuestra relación, destacar que está a punto de romperse. 

Me dolió escuchar la amenaza de Mal contra su amistad, pero lo olvidé cuando los iris de sangre, los cuales hacía muchos días que no existía delicadeza, me marcaron sin piedad. 

— Puede que llegue a otros oídos más pronto que los cuervos de Morrigan de saberse la especialidad de una habitante del otro mundo y que trate de tu pareja. Los dioses son capaces de hacer acto de presencia ante nuestra superiora. 

El resto de sus palabras las transmitió con una mirada cómplice. Y debieron ser de veneno porque Malkolm reaccionó con un ademán de abalanzarse sobre él. Le detuve a tiempo, pero no sabía si tendría suerte para el próximo intento. 

— Breyton... —Hizo un alto de llamada entre dientes. 

— Es una broma  —Soltó una risa ronca y se rascó el cuero cabelludo sacudiendo sus largas hebras oscuras y donde la luz Sol le proyectó un brillo antinatural en su piel. 

«Pues a mí no me pareció una broma y menos una provocación» pensé entonces. 

Nos miró de nuevo perdiendo el humor falso de sus ojos:

— No te delataría, no voy a llegar a tales extremos, pero, estoy cansado, de ti y de lo que sea ella y de engañar a mis hombres. Hasta pueden oler lo que intentáis esconder como si tratara de un cadáver bajo el lecho. 

La bolsa de mi estómago se enredó sobre sí misma. Malkolm contestó: 

— Puedes estar tranquilo, pues nuestra presencia dejará de ser una molestia para ti y para tus miembros del castillo en cuanto lo abandonemos que será pronto. 

Mierda. Aún no sabía que no puedo irme con él. Aunque, espera...

Le asieé del brazo para captar su atención y le susurré preocupada:

— Malkolm, ¿qué pasará con tu hermano? 

Él negó asqueado, y sus labios se ciñeron con una maldición a un dios que desconocía. 

— No tengo poder para hacer nada por él.

Le solté entonces, culpable. Áric no estaría prisionero si no me hubiera seguido en el viaje. Puede que lo hiciera para llevarme con Malkolm o puede que por otro motivo... No me fiaba después de escuchar los crímenes acometidos que Breyton aseguró y sentía que decía la verdad. Fue dolorido pero, preferiría que se quedara en el lugar donde no pudiera hacer daño alguno a nadie más.

El alma del lobo (Completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora