Capítulo 9

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Si creemos en nuestras pesadillas, ellas tomarán el control de nuestra vida. Siempre intento ignorar la frase de mi tía después de revivir horribles recuerdos. En mi presente se repite con bastante frecuencia: cuando volvía a casa, salía de trabajar o bajaba del bus... Ahora, a pesar de que él no está aquí, que es mi peor miedo, puedo ver el desastre que causó, el resultado de un huracán de ira y desesperación por toda la casa. No puedo plantar mi pie sin escuchar un crujido de un cristal o un resto de porcelana, no puedo mirar los cuadros rasgados sin sentir un ápice de rabia, los muebles derribados y los tapizados perforados de los sillones y sillas... El hogar que fue durante muchos años para mí y el legado de mi tía, ha sido atacado por el cabrón de Steven Mackay.

La puerta de la entrada se cierra tras de mí cuando Malkolm se despide de la policía. Él desliza el pestillo, pues mi padre forzó la cerradura a tal punto que es inservible.

—Sarah —Su mano se posa sobre mi hombro con un ligero apretón—: Deberías recoger tus cosas.

Sigo conmocionada, pero puedo entender lo que significa: Debo irme de mi casa a un lugar seguro. Sé que mi padre busca algo de valor que pueda ayudarle a cobrar el dinero de mi tía, pero esto, además, es una llamada de atención hacia mí.

Subo las escaleras con la muleta, acariciando con mi mano libre la pared desnuda, donde antes colgaban marcos de fotos y que ahora evito pisar. Malkolm me acompaña detrás de mí, como una sombra, se prometió no dejarme sola mientras estoy en la casa o cerca de ella.

Cuando llego a mi habitación, a sabiendas que también fue arrasada por mi padre, no puedo contener una exclamación como lo fue al entrar a la casa. Mi padre sacó todas las cosas de mis cajones y las desperdigó por la cama y suelo, mis peluches de la infancia también, que guardaba en una caja en lo alto de mi vestíbulo, parte de la alfombra y el parqué han absorbido los botes de pintura sacados de mi maletín de arte, abierto de par en par en medio de la habitación. Trato de no pensar en el valor sentimental y económico que abunda a mi alrededor mientras voy a por mi maleta de viaje. Llego a tropezar con un peluche, que reconozco antes de verlo, por la grabadora de su interior que emite el sonido del animal que aparenta, un tierno mono que sostiene un corazón. Me arrodillo a recogerlo y lo abrazo contra mi pecho. Malkolm acude a mí para escuchar el comienzo de una catarata de lágrimas, que pronto congestiona mi nariz y hace que solloce más fuerte. Sus fuertes brazos me envuelven y apoyo mi frente en su pecho. Todo lo que aguanté desde que recibí la noticia lo descargo. El abrazo es como un analgésico, es leve contra el dolor, sin embargo, me ayuda a recuperarme. Malkolm toca la cabeza del peluche al separarme de él aun con las lágrimas frescas en mi cara.

—Mi tía me regaló a Monito cuando la conocí —Le explico con una pequeña sonrisa de nostalgia.

—"Monito"... —Repite, y lo hace una vez más, repasando al peluche que ahora lo sostiene—. El nombre es muy original.

Se lo arrebato de sus manos y lo abrazo de forma protectora.

—No te metas conmigo, era una niña... Y es muy mono, ¿es que no lo ves? Mira esos ojos saltones y tiernos.

—Tú también tienes ojos grandes y tiernos, y no te llamo "monita", aunque sí lo haría con "bonita".

Sonrío. Me doy cuenta que respiro con menos ahogo en mi pecho. No es solo esta situación, es casi siempre con Malkolm, él suele conseguir distraerme de mis problemas más graves y personales. Es un súper poder que pocas personas tienen.

El alma del lobo (Completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora