Capítulo 1

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Tres meses después

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Tres meses después.

Me reconforta sentir el ligero calor en mis mejillas, hasta alzo la cabeza hacia el cielo y cierro los ojos deseando recibir más. El sol se despedirá pronto y las nubes grisáceas se apoderarán del resto del día, es una ley natural que pasa frecuentemente en los meses más fríos de Escocia. Suspiro decepcionada cuando pasa. Recupero la atención en mi vaso de café que dejé enfriar demasiado tiempo para ser apto de consumirlo. Lo abandono a un lado en el banco con una mueca de disgusto al leer el nombre de mi amiga Daisy, quien me lo compró con cariño y se despidió. Me sobresalto un poco por la vibración en el interior de mi abrigo. Mi corazón es un trote de pasos sin fin. Intuyo de quién es la notificación. Y no me equivoco.

Es Malkolm y está al llegar.

Es inevitable que los nervios se apoderen de mí en cada encuentro, que me cuestiono mil veces mi aspecto por tonterías como mi pelo cobrizo, dejarlo medio recogido como ahora o soltarlo libremente, si mi falda de lana, si es demasiado corta o larga, o a los lugares de la ciudad que podría mostrarle, si le gustará el barrio de Circus Lane.

Tardo a contestarle, no a propósito, es porque me cuesta escoger en la barra de opciones del chat un okey o un genial.

Trato de calmarme aunque constantemente pierda la batalla en detener el desenfrenado juego de mis dedos. Entonces lo veo en la distancia. La casaca que viste le acentúa elegancia, pero el cabello peinado hacia atrás y el asomo de su camisa entreabierta, le da un toque casual. Malkolm me mostró una sonrisa cerrada, pocas veces acompañada con su dentadura. En cambio, yo era lo contrario. Me nace expresarme con la gente, no puedo controlarlo.

Arreglo los mechones de mi cara antes de tomar la iniciativa de acercarme a él. Se me adelantó en saludarme con un breve abrazo. Su perfume, tan semejante a la hierba fresca, me embargó y ese familiar deseo volvió con fuerza, el de pegar mi nariz en su cuello.

Malkolm se inclina un poco, y pese a que es una acción inofensiva, que no llega a más, me provoca un pensamiento precipitado, inconfesado y natural:

—Tengo una sorpresa para ti.

No me gustan las sorpresas por la experiencia, sin importar de quien viniera o sus intenciones, pero me emociono de escucharlo. Me contuve de no soltar un chillido y espantarlo.

—¿Ah, sí?

—Pero, primero tu plan.

Me peino el cabello entre mis dedos casi avergonzada.

—No tengo nada planeado.

—Pues improvisamos.

Fingí pensar mirando al final del camino urbano.

—¿Has visitado Circus Lane?

🌹

Tenemos cuidado de subir las pendientes y bajadas de los barrios antiguos. El camino se dificulta por la nieve acumulada, pero es agradable la vista del aire rústico y bohemio de las calles. Las luces de las pequeñas tiendas brillan con calidez y la gente joven se reúne tras salir de las clases de tarde. Malkolm me habla de sus nuevos ejemplares de caballos, pero a veces me pierdo porque me distraigo con su físico, sus gestos, sus pasos, el más mínimo detalle lo contemplo fascinada, cómo los copos de nieve quedan atrapados en las hebras de su cabello. Es un modelo radiante, más claro aún: un sol. No muestra ningún signo de mutarse ante la caída de temperatura. Una casaca le basta y alguna vez, si iba muy elegante, añadía unos guantes de cuero o una bufanda estrecha y siempre ajustada.

El alma del lobo (Completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora