Así pues, Malkolm me llevó al extremo de la casa del mismo piso. El comedor es la mitad de grande que el salón, pero no resta la impresión que entrega con sus extensas cortinas carmesí y de terciopelo, sillas con tapices en sus respaldos similar a los cuadros paisajísticos de sus pasillos, la mesa fina, las lámparas de araña que brillaban en oro y las lágrimas de cristal... Apenas pude ver los rostros de la joven pareja de empleados que se esfumaron nada más entregar la comida.
—Estoy llena —Acaricio mi vientre sobre el vestido—. Y me pregunto cuándo toca fondo el tuyo.
Malkolm mastica su revuelto de verduras con una sonrisa a la mitad.
Se percibe fácilmente la ausencia permanente de personas en la casa, aquellas que compartían lazos familiares o íntimos, con mirar la fila de sillas que se extendía al final de la mesa.
—¿Hace mucho que vives solo?
Se detuvo en beber su vino.
—Sí —Y la mirada se alza sobre su copa—. No te compadezcas por mí. Estoy acostumbrado.
—No me compadezco. Era curiosidad.
Puede que sea cierto que no tenga ningún problema con la soledad, sin embargo, yo no opino lo mismo sobre mí. Tantos meses transcurridos y aún siento que mi casa me consume entera. Sigo imaginando a mi tía salir de la cocina con una bandeja de té y galletas. Y sigo imaginando, más cuando era niña, que mi madre me visitaba por la noche a darme el beso en la cabeza deseándome unos dulces sueños antes de despedirse. Vuelvo a mi casa y recibo un vacío que no familiarizo.
Él está concentrado en mí y no me doy dado cuenta porque durante un rato, juego con los pocos trozos de setas de la salsa de bechamel.
Yo rompo el ambiente plañido. La razón: una mota de nata atrapada en el mentón de Malkolm.
Estoy a punto de reírme.
—¿De qué te ríes?
—Tienes... Aquí —Le indico por la zona del mentón, pero se restriega toda la cara menos donde debe.
No es correcto, nada que fuera de establecer un punto de encuentro que floreciera aun más dudas y sentimientos entre nosotros. Y, ante todo, me dejo llevar por mi impulso de despegarme de la silla a limpiarle el rastro antes que él. Del firme pliegue de su mentón al hundimiento y flote de su nuez que lo grabo a cámara lenta de pasar el trapo de servilleta.
—Ya está —Sonrío.
Retrocedo devuelta a mi asiento, pero soy retenida por la mano de Malkolm. La siento como alguien que no quiere dejar que una brisa escape un papel importante.
—¿Qué pasa?
Parece sorprenderse, como si no fuera consciente de sus actos. Aparta su mano de la mía.
—Nada. Disculpa.
Me concentro en otra cosa que no sea la retención inexplicable de Mal. Ambos tomamos pequeños buches de vino antes de retomar la conversación.
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El alma del lobo (Completo)
WerewolfElla descubre el resultado de una noche de pasión, pero aún no sabe que su cómplice no es humano y mucho menos de este mundo. 1° Libro - Completo | En proceso de edición Créditos de portada: @Wristofink Registrado en Safe Creative: JtIURY3CCH_201507...