Capítulo 33

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El beso no era desesperado, sino de esa clase donde se vivía la sincronía de los labios a ambas partes y se saboreaba lentamente, como una pequeña delicia

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El beso no era desesperado, sino de esa clase donde se vivía la sincronía de los labios a ambas partes y se saboreaba lentamente, como una pequeña delicia. Pero no solía durar lo suficiente porque la semilla del deseo germinaba tras un gemido, un nombre, una caricia... hasta que nuestros cuerpos no reconocen las limitaciones y se convierten en seres ambiciosos y necesitados como llevados por La fiebre del oro. 

Terminé de nuevo sobre la manta, pero protegida bajo el cuerpo de mi pareja. Nos besamos queriendo robar la privacidad de nuestras bocas y jadeando por ello. Malkolm se retiró de mis labios hinchados para atender mi rostro y marcar con su lengua y dientes en sutiles mordidas la figura de mi cuello como si lo cubriera una capa de glaseado, y mis glúteos y caderas por debajo del vestido como la masa madre. 

Entonces, sin necesidad de pedir que avanzara con palabras, colocó la palma de su mano al hueco que separaba mis piernas por encima de la tela. Con paciencia y con cierta precisión, frotó en circular mi clítoris, avivando mi llama mientras yo demandaba ahogar los gemidos en el hogar de su boca. En un escalofrío de placer, mis piernas se retorcieron bajo él. Gruñó del roce en su entrepierna y de instinto, sus caderas se mecieron contra mí una y otra vez, una fricción que descubrí que había roto fácilmente mi paciencia. Mi cuerpo era el líder de mis acciones y éste actuaba llevado por una ansiedad irreconocible. No recordaba haberlo empujado y obligado a sentarse. Mis muslos apresaron sus caderas y mis manos su rostro, clamándolo como de mi pertenencia. La camisa de lino voló de su cabeza y acaricié la desnudez que ofreció tras ella. Me gustaba la imagen de su barba, siguiendo el prototipo de guerrero con sus prendas y la espada que practicaba, pero reconocía que al besarlo era incómodo para mi piel. 

Malkolm levantó mi vestido deseando quitarlo, pero le detuve. 

— ¿Por qué? —inquirió preocupado que en protesta. 

— Esta vez prefiero hacerlo vestida. 

Malkolm sonrió levemente sin más duda y apartó mi cabello a un lado para enterrarse a besar el costado del cuello una vez más. Cerré los párpados con un suspiro de placer y me abracé a él. Mi olfato era audaz, por eso, percibí el olor que desprendía, la reacción de su cuerpo ardiendo por mí. Y en respuesta, el mío, empezó a provocarlo moviéndome contra él como hizo conmigo minutos atrás. Mi pareja maldijo de ello, pero rodeó mi cintura y me obligó a mirarlo. 

— Estás deseando montarme, ¿a qué sí, Sarah? — preguntó juguetón con una voz deshidratada, que rogaba calmar el escozor de su garganta, pero cambió a una enronquecida que me sobrecogió, con sus ojos dorados y el sonido del aire que salía con violencia de sus fosas nasales— Pues no esperes más, no me tortures más —Atrapó mis labios y me robó el resto de mi cordura.

Abrí mi boca, cortando el beso, pero ninguna palabra conseguí articular. Me había quedado presa de su reflejo sobrenatural. Sería la primera vez que me acostara con él consciente de lo que era. Me entró dudas. ¿Sería capaz de hacerlo con un hombre con un animal en su interior? ¿Si dejaba que me tomará como quisiera...? Intenté ahuyentarlas y mantener a flote mi confianza. 

El alma del lobo (Completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora