Capítulo 17

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Una ligera cortina de agua cae sobre nosotros al acercarnos al territorio despejado que conforma la mansión de Malkolm

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Una ligera cortina de agua cae sobre nosotros al acercarnos al territorio despejado que conforma la mansión de Malkolm. Y cuando ocurre, cuando las primeras gotas aterrizan en mi cabeza y quedan atrapadas entre las hebras de mi cabello, me detengo en seco y es como si mi mente volviera a encerrarse en la ya tan familiar habitación oscura y con la sola voz resonando ahí:

«Tenía razón, tenía razón.»

Predije a través de mis sentidos este fenómeno meteorológico desde hace una hora. Y Malkolm me creyó.

Solo pude salir de ahí ante el contacto de mi pareja sobre mi hombro, la misma mano que usó para mostrarme cómo se cortaba y cómo se curaba en cuestión de segundos. Me sacudo involuntariamente ante un escalofrío que no existe y, en consecuencia, doy un paso hacia atrás. Malkolm profundiza su ceño fruncido, pero se relaja cuando me atrevo a mirarlo de nuevo con mi evidente recelo. Las gotas de lluvia trazan sus facciones en un descenso hipnótico.

—Estamos cerca... —Señala, y se queda callado, observando mi ropa que absorbe poco a poco el agua. Pero él empieza a retirar su abrigo impermeable y me lo coloca sobre mis hombros, como una capa con mangas anchas. Este me invita a suspirar dulcemente, pero lo reprimo, y solo esbozo una escueta sonrisa de agradecimiento—. No te aislará del todo de la lluvia, pero algo hará hasta tener un techo bajo nosotros.

Pero en su mirada dice otra cosa, más bien, me pregunta si quiero acompañarlo hasta el final. Y no lo había pensado hasta ahora. Esto supone entrar en la casa de un hombre que me ha ocultado cosas que me afectan, a mí, a nosotros y este futuro bebé. Podría irme, a cualquier lado que no coincidiera con él, tengo opciones. Pero... algo, quizás un hilo difícil de cortar, me une a esta persona y que por una vez está dispuesto abrirse por completo a mí.

Lentamente, estiro los músculos de mis piernas, como si continuara valorando las circunstancias, aunque ya tomara la decisión. Se retoma la marcha. Continúo detrás de Malkolm y su caballo. Y demasiadas veces me mira por encima del hombro para comprobar que no he cambiado de parecer. Me pregunto qué haría si volviera al bosque a buscar a Daiah. Buscarme, seguro. Convencerme de volver, también. ¿Pero obligarme? No lo sé. Desconozco la mitad de él.

Me doy cuenta que tengo los nudillos blancos de tanto aferrarme al abrigo de cuero.

Y dios, huele demasiado a él. ¿Y si esto afecta a mi juicio? No me extrañaría.

...

Al entrar en el recinto, nos desviamos hacia el establo. En el suelo empedrado y adornado con restos de heno, las zuelas de mis botas dejan un rastro de barro como los de Malkolm. Él encierra a Tarik en su cuadra. Mi mirada lo sigue, allá donde va, que es a un cuarto donde sé que guarda herramientas y equipaje. Sale con una toalla pesada y un cubo que pronto lo llena de agua con un grifo adherido a la pared. Estoy impaciente por escucharlo, pero también aterrada de conocer su verdad. Todo lo que he ido descubriendo fuera de lo natural, de mi entorno natural, es oscuro y enigmático.

El alma del lobo (Completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora