—¡Su alteza! —Adrian se detuvo, al escuchar el grito.
Volteó a ver a quien lo llamaba, y observó a Roman corriendo hacia él.
—¿Ocurre algo? —peguntó Adrian, extrañado.
—Su alteza, debe ayudar a Akim—enarcó una ceja.
—¿Qué pasa con Akim?
—Lucio, el consejero, lo acusa de traición.
—¿Qué?
—Sí, hubo un problema con la Guardia del Rey, y lo inculparon.
—¿Dónde está Akim ahora? —preguntó, comenzando a caminar devuelta al palacio.
—Lo tienen encerrado en una celda.
—Cuéntame lo que ha pasado.
—Estábamos haciendo nuestras rondas usuales, pero unos hombres de la Guardia del Rey se nos acercaron, y comenzaron a decir cosas muy malas del príncipe Bastian.
—¿De mi hermano? ¿Qué cosas dijeron?
—Su alteza, no vale la pena que lo repita.
—Roman—el soldado suspiró ante aquel tono de advertencia.
—Que había desaparecido por la vergüenza de ser anormal. Que probablemente había escapado con algún amante... Y luego se metieron con nuestras familias.
—¿Y Akim respondió a las provocaciones?
—En un principio no, pero luego dijeron algo de su hermana menor... Y, no sé si lo sepa, príncipe Adrian, pero Akim ama a su hermana más que a nada en el mundo.
—Por lo que reaccionó.
—No con golpes—aclaró Roman rápidamente—. Sabía que podía meterse en problemas si se metía en una pelea con los hombres del Rey.
—¿Entonces les contestó?
—Sí, su alteza. Pero esto no le gustó a uno de ellos, y lo golpeó.
—Y Akim reaccionó—Roman asintió, apenado—. ¿Por qué traición?
—Parece que el hombre con el que se peleó, es el quinto hijo de un noble. El consejero dijo que poner en peligro a un noble es como poner en peligro al Rey.
Adrian apretó la mandíbula, y sus manos se formaron en puños.
—Me encargaré de todo desde aquí—tranquilizó a Roman—. No debes preocuparte, Roma. No dejaré que nada le pase a Akim.
—Muchísimas gracias, su alteza—Roman hizo una reverencia ante él.
—No tienes por qué agradecerme. Iré a verlo ahora mismo.
Dejó atrás a Roman, y junto a Dima se dirigió a las mazmorras.
Había unos cuantos hombres custodiando la celda. Adrian se dio cuenta que eran soldados del Rey.
En la oscuridad, solo podía ver que Akim se encontraba en una esquina de la celda, abrazado a sus piernas.
Le habían quitado su armadura, y sus zapatos. Vestía solo pantalones y camisa de lana.
—Hablaré con él—informó Adrian a los soldados.
Los hombres se miraron, incómodos.
—Su alteza, no puede entrar en contacto con el prisionero. Es peligroso.
—Yo definiré si es peligroso o no. Háganse a un lado.
—Lo lamentamos, príncipe Adrian, son órdenes del consejero Lucio—Adrian joven afiló la mirada.
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La Guía para Príncipes y Princesas sobre el Amor y la Tolerancia
Teen Fiction𝑼𝒏 𝒉𝒊𝒋𝒐 𝒔𝒊𝒏 𝒑𝒐𝒅𝒆𝒓. 𝑼𝒏𝒂 𝒉𝒊𝒋𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒋𝒂𝒎𝒂𝒔 𝒍𝒍𝒆𝒈𝒂𝒓𝒊𝒂 𝒂𝒍 𝒕𝒓𝒐𝒏𝒐. 𝑼𝒏 𝒉𝒊𝒋𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒏𝒐 𝒏𝒂𝒄𝒊𝒐 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒔𝒆𝒓 𝑹𝒆𝒚. Los hijos de la corona de Dria eran, ante los ojos de todos, seres perfectos. Cada uno...