𝕍𝕀

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—Hey, ¿se encuentra bien? —logró escuchar a lo lejos.

Bastian apretó los ojos con fuerza, sintiendo cómo todo su cuerpo respondía.

Alguien lo estaba sacudiendo ligeramente.

Finalmente abrió los ojos, y se encontró con un muchacho de cabellos castaños, al igual que sus ojos color chocolate. Se encontraba inclinado hacia él, mirándolo con preocupación.

Bastian frunció el ceño, y se sentó en lo que parecía ser pasto.

Su cerebro comenzó a analizar al desconocido, pues sus rasgos no eran familiares para él.

¿Podría ser algún chico de Fera? Aunque no podía ser, los ciudadanos de Fera no vestían aquellas ropas tan extrañas como las que el desconocido llevaba puestas, y aunque en su mayoría poseían cabello castaño, sus ojos siempre tendrían el color característico de sus tierras y la magia. Algunos llevaban la chispa del fuego en las pupilas, y otros con ojos de un color azul tan profundo como el océano. Pero los ojos de este muchacho no eran así.

Si bien en su interior se sintió inquieto, tuvo que aceptar que aquel muchacho poseía una clase de belleza que jamás había presenciado antes.

—¿Señor? —lo volvió a llamar el muchacho, algo preocupado por el silencio de Bastian—. ¿Se encuentra bien? ¿Necesita ayuda? —Bastian volvió a fruncir el entrecejo, preguntándose a sí mismo si en serio lucía tan viejo como para que lo llamaran señor.

Decidió ignorar eso, y mirar a su alrededor.

Se sintió aún más confundido al hacerlo.

Sin duda alguna, se encontraba sentado sobre pasto, pero no reconocía el lugar donde se encontraba.

Había otras personas alrededor, que vestían ropajes igual de extraños que el chico delante de él, estructuras que jamás en su vida había visto, y en general, todo a su alrededor era desconocido para él.

—¿Dónde estoy? —preguntó Bastian, en lugar de darle una respuesta al muchacho, que se mostró tan confundido como él estaba.

—¿En la Plaza de la Libertad? —el muchacho frunció el ceño, extrañado por tal pregunta—. Oiga, no se ve bien. ¿No quiere que llame a la policía?

—¿Policía?

El muchacho se quedó en silencio por un largo tiempo, para luego suspirar, y levantarse. Le extendió una mano a Bastian, y lo ayudó a levantarse también, sin embargo, no logró dar un paso, pues sintió que todo su mundo bajo sus pies se estremecía.

El chico logró sostener a Bastian, y lo ayudó a llegar a una banca cercana.

El muchacho comenzó a buscar algo en su bolso, y le pasó una botella que parecía contener agua.

—Viste ropa muy rara—mencionó el chico, mientras Bastian bebía—. ¿Salió de una fiesta de disfraces y se perdió? —Bastian se sintió ofendido ante la pregunta.

—Pero ¿qué dices? Este traje fue hecho por los mejores sastres de todo Dria.

—¿Dria? ¿Qué es eso? ¿Una casa de modas? —Bastian abrió la boca indignado, pero luego la cerró, para ponerse a pensar.

¿Quién en su sano juicio diría algo así del reino más grande y próspero del mundo? No entendía nada de lo que estaba pasando.

Bastian no podía siquiera considerar que el muchacho delante de él le estaba tomando el pelo. La intriga en su rostro demostraba que estaba siendo totalmente serio con sus preguntas.

—¿Cómo te llamas? —el chico cambió su expresión a una recelosa, y se cruzó de brazos, luego de tomar la botella devuelta.

—No creo que sea seguro decirle mi nombre a un tipo que lleva puesto un traje de personaje de Disney, y...oh, Dios mío, ¿eso es una espada? —retrocedió un poco—. No es de verdad, ¿verdad? —preguntó, nervioso.

La Guía para Príncipes y Princesas sobre el Amor y la ToleranciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora