𝕏𝕍

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—No sé qué te ocurre, pero me das miedo—le dijo Phil, bebiendo su taza de café.

Bastian solo se rio, y siguió con lo suyo.

Nada podría arruinar su humor. Ni siquiera las constantes reprimendas del hombre.

—¡Hola a todos! —Ian entró a la estación, con una sonrisa gigante en el rostro—. ¡Phil! —saludó con entusiasmo—. Te traje dulces—le dio una cajita.

Phil entrecerró los ojos, y se llevó uno de los dulces a la boca.

—Ustedes dos están raros—el par de muchachos se miró, y solo se sonrieron.

—Nos vamos ahora, tenemos una función de cine a la cual ir—dijo Ian, con una sonrisa brillante, arrastrando a Bastian fuera de la estación.

No pasó ni un minuto, antes de que Phil recordara algo que debía darle al muchacho.

Dejó los dulces en su escritorio, y sacó el paquete de uno de los compartimientos.

Salió de la comisaría, sabiendo que no podrían estar muy lejos, pero se detuvo de golpe al ver una escena que hubiera preferido no presenciar.

—Ay, no puede ser—la pareja volteó a verlo—. ¿Esto es en serio? —Phil se acercó a ellos—. ¿Desde cuándo hay algo entre ustedes dos? —los chicos solo se rieron—. Olvídenlo, no quiero saber—hizo una mueca—. Me olvidé de darte esto—le mostró el paquete a Ian—. Tu padre me pidió que te lo entregara—Ian lo recibió, con una sonrisa en su rostro—. Por cierto, ¿tus padres ya saben que tienes a este bicho en tu casa? —se refirió a Bastian, mirándolo con recelo.

Ian lanzó una carcajada nerviosa.

—Este... todavía no he hablado con mis padres sobre el tema, la verdad, pero pronto lo haré. Te agradecería si no les dijeras nada.

—Ian Love, te dije hace meses que se los dijeras.

—Lo sé, lo sé, pero no se ha dado la oportunidad. Vamos, Phil, no les cuentes.

Phil miró de Ian a Bastian, y se cruzó de brazos.

—Desde un principio no planeaba hacerlo, ya que no me corresponde, pero creo que deberías hablarlo antes de que se enteren por las malas.

—Lo haré, lo haré—tomó la mano de Bastian, y se comenzó a reír ante la mirada de Phil—. No pongas esa expresión, me hace pensar que no quieres a Bas.

El oficial solo miró a Bastian de arriba abajo, cruzado de brazos.

—No es la gran cosa. No sé qué le ves.

—Eso es porque lo ves con tus ojos sobreprotectores. Mira esta carita—Ian tomó la mejilla del príncipe entre dos de sus dedos, y la estiró—. Es bellísimo.

—Sí, sí. Lo que digas—hizo un gesto de despedida con la mano—. Váyanse ya, si no quieren llegar tarde, y no olvides lo que te dije—Ian se rio, y se despidió con su mano libre.

—No me olvidaré, nos vemos mañana, Phil—se dio la vuelta, y se llevó a Bastian lejos de ahí.

Phil suspiró, y masajeó sus sienes.

Ese chico lo mataría antes de llegar a los 50.





Adrian no se podía quitar de la cabeza lo que su madre le había contado la noche anterior.

Ni siquiera podía dudar de si aquella historia era cierta o no, pues su madre jamás le mentía.

Si lo pensaba seriamente, lo que le había dicho explicaba por qué no encontraba retratos de su padre o la familia real cuando él era un niño.

La Guía para Príncipes y Princesas sobre el Amor y la ToleranciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora