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Suspiró, al escuchar una campanilla.

—¿Ya despertaste? —miró a su lado, y vio a Bastian. Se veía magnífico como siempre.

—¿Sabes cómo me siento cada vez que me desmayo por cosas como esta? —se sentó en la cama; le dolían los músculos. Miró sus manos, para asegurarse que no había perdido los dedos de algún modo, y se dio cuenta que volvía a llevar puesto su anillo. Alguien, seguramente Bastian, se lo había colocado mientras dormía.

—Bueno, nadie te manda a no dormir una semana.

—¡Perdí días inconsciente! ¿Puedes creerlo?

—Sí, Alyssa, lo vi. Entré en pánico por ti —sonrió, divertido.

—No sonrías, brillas mucho, y me dan ganas de pegarte—jadeó—. ¿Llegué a tiempo? —su hermano deshizo su sonrisa.

—Lo hiciste—soltó un respiro aliviado.

—¿Y los objetos?

—Se encuentran siendo custodiados por ahora. Di la orden de que nadie, además, de tú o yo, pueda pasar a verlos. Escogí a los guardias más confiables que conozco. Garald los lidera, y Roman lo acompaña—ella sonrió.

—Estoy segura que a alguien no le gustó la idea de que llegara a cumplir la misión en el tiempo determinado—se rio, pero su hermano le mostró una expresión sombría.

Alyssa carraspeó, incómoda ante su comportamiento, y miró a todos lados.

—¿Y Syd?

—¿Syd? Ah, dijo que se retiraría cuando Adrian te encontró—Alyssa sintió a su corazón partirse un poquito.

Es decir, el dragoncito hablaba mucho y la hacía enfadar, pero lo quería. ¡Fue su única compañía en todo ese tiempo!

Tocaron la puerta, y por ella entró Adrian, con una bandeja de comida.

—¡ALYSSA! —se apresuró a dejar la comida a un lado, y corrió a abrazarla.

—Yo también te extrañé—se rio.

—¡Me enteré que usaste mi broche! —ella sonrió.

—Si no fuera por tu broche, no hubiera podido lograrlo. Gracias—revolvió su cabello, y él se rio.

—¿Cómo te sientes?

—¿De qué hablas?

—Alyssa, sabes muy bien de lo que hablo—le dijo, con el rostro serio—, no se ha condenado a ese hombre porque lo ordenaste, pero todos en el palacio quieren clavarle algo en el ojo. Hubieras visto a madre la noche en que llegó, casi lo asfixia—Alyssa soltó una risita, y abrazó a su hermano.

—Gracias por preocuparse por mí. Estoy bien, ahora que estoy en casa—se separó, y acarició su rostro—. Es algo que, honestamente, no deseo volver a vivir, y que no quiero que le pase a nadie más, pero estoy consciente que me tomará tiempo lograr algo como eso—sonrió—. Esa es una de las razones por las que he llegado hasta aquí, también. Les hice una promesa, y por el bien de mi gente y su integridad, debía cumplirla.

—Tenemos tiempo para resolverlo, entonces—Adrian le devolvió la sonrisa—, pero antes, hay alguien que quiere verte—ella frunció el ceño—. Es un tipo, tu dragón parece que lo arrastró hasta acá. Por eso lo dejamos pasar, pero no estamos seguros de quién es.

—¿Syd...?

—Ese mismo.

—¿Trajo a un hombre?

—Sip.

—¿Alto, moreno, guapo, de Cier?

—¿Sí?

La Guía para Príncipes y Princesas sobre el Amor y la ToleranciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora