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Cuando salió a la superficie, había oscurecido.

—Mi señora...—miró a Syd, con una ceja enarcada.

—¿Sí?

—¡Mi señora, eso estuvo increíble! —exclamó, con adoración.

Alyssa se sintió sonrojar.

—Gracias por decirme eso, Syd, pero debemos avanzar pronto.

—¿Segura que no quiere descansar un poco, mi señora? Debe estar cansada.

—Descansaré cuando hayamos llegado a Cier.

Saludó a Bonnie, y antes de seguir su camino, observó el anillo en su dedo.

Cerró los ojos, mientras acariciaba el anillo con su dedo pulgar.

—Nos iremos ahora.

Alyssa se había dado cuenta de un hecho particular, y era que, no veía a muchos viajeros en el camino. Eso le hacía sentir algo incómoda, pero se obligó a dejar ese detalle de lado.

Miró a su alrededor, a la oscuridad.

La luna brillaba con fuerza sobre el camino, lo cual le brindaba un sentimiento de seguridad.

Hasta que escuchó el crujir de las ramas tras ella.

No pudo evitar tensarse.

Syd se encontraba en su bolso, así que no pudo evitar golpearlo ligeramente dos veces, al escuchar el galopar de un caballo.

—¿Mi señora? —el pequeño dragón salió a la superficie, parecía extrañado.

—Syd, háblame de algo—le pidió, con el corazón latiendo con fuerza contra su pecho.

Alyssa no sabía quién estaba detrás de ella. No sabía si esa persona era hombre o mujer, ni siquiera sabía si era inofensivo o no, tal vez solo era alguien que viajaba a Cier como ella.

Pero el no saber con quién se encontraba compartiendo camino, la hacía poner muy nerviosa, y no voltearía a preguntarle a la persona si era un potencial agresor o no.

La voz de Syd trataba de distraerla, pero se mantenía alerta.

Se llevó una mano al cinturón, donde se encontraba la daga, cuando escuchó que la persona se encontraba cada vez más cerca de ella.

Podía ver la sombra de la persona, y solo pudo respirar con tranquilidad nuevamente cuando que el jinete la sobrepasó en el camino, y siguió de largo.

—Mi señora, ¿se encuentra bien? —miró a Syd, que había dejado de hablar al verla alterada.

—Sí, sí. Solo... —temía que algo me pasara.

Alyssa le sonrió, y sacudió su cabeza, para seguir su camino.





Había llegado a Cier medio día después.

Cuando vio el brillante océano de la ciudad portuaria, se sintió indispuesta.

—Mi señora, no ha dormido bien en días.

—Lo sé—asintió—. Voy a tomar un descanso apropiado ahora.

Rentó una habitación en una posada, y le pagó al dueño para que alimentaran a su caballo.

Ni siquiera comió. Agarró la llave, y subió directamente a su habitación.

Se pasó la siguiente media hora en la tina, casi quedándose dormida, sino fuera porque Syd la despertó:

La Guía para Príncipes y Princesas sobre el Amor y la ToleranciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora