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Por fortuna los cálculos de Syd fallaron, y lograron llegar a Dreil, la ciudad más cercana a la tierra de los gigantes en un día y medio.

A Alyssa no le daba buena vibra haber llegado a la ciudad en medio de la noche.

Las calles se encontraban desoladas, y solo había unos cuantos faroles iluminando el lugar.

Trató de respirar, para tranquilizarse.

Solo debía llegar a una posada. Las posadas siempre estaban llenas de gente.

Miró sobre su hombro, para asegurarse si había alguien detrás de ella.

Lo siguiente que sintió fue un golpe en la cabeza, que la hizo caer de su montura.

Desde el suelo, pudo escuchar en la lejanía a Bonnie relinchar, pero pronto alguien la había acallado.

Alyssa abrió los ojos, con lentitud.

Su vista se encontraba borrosa, y le zumbaban los oídos.

Buscó a Syd con la mirada, y lo encontró cerca de ella. Parecía haber quedado inconsciente por el impacto contra el suelo.

Una mano cubrió su boca, y Alyssa se congeló.

La persona que la había golpeado, comenzaba a arrastrarla por las calles de Dreil, y Alyssa no sabía qué hacer.

Su cerebro le gritaba que tomara la daga que le había dado Vhea, pero su cuerpo no respondía a la lógica.

Comenzó a chillar, tratando de zafarse del agarre, pero sus manos no lograban hacer que cediera.

—Dioses, sí que eres ruidosa—la lanzaron contra una pared.

El impacto le quitó el aliento.

Parpadeó, tratando de enfocar su vista hacia el tipo.

Trató de levantarse, para huir, pero el hombre fue más rápido que ella, y la sometió contra el suelo.

Forcejeó, pero el agarre en sus muñecas era demasiado fuerte.

—Dijeron que eras muy fuerte, pero no eres más que una muñeca—el hombre tomó su rostro, con la mano libre, y Alyssa lo miró con lágrimas de rabia que se resbalaban por sus mejillas.

Divisó su daga a pocos metros de ella, y supuso que se debió haber salido de su vaina tras el impacto.

—Pero bueno, ¿qué haré contigo? —se tensó, al escuchar el tono de su voz.

Dioses, dioses, dioses. Alguien ayúdeme.

La mano del hombre dejó su rostro, y comenzó a acariciar su cara, bajando por su cuello.

El pánico volvió a adueñarse de ella.

Sabía que podía gritar, pero el miedo la había paralizado.

El tipo era 3 veces más grande que ella. ¿Qué podía hacer?

Comenzó a observar rápido a su alrededor, considerando sus opciones.

Tal vez si...

Por favor, por favor, que funcione. Es lo único que pido.

Golpeó con todas sus fuerzas el cráneo del tipo con su propia cabeza, y aprovechó el segundo en que soltó sus manos, para agarrar la mayor cantidad de tierra que pudo, y lanzársela a los ojos.

Jadeando, logró arrastrarse lejos del hombre, y se levantó, para correr hacia donde se encontraba la daga.

Su vista se nubló por un momento, pero no se detuvo.

La Guía para Príncipes y Princesas sobre el Amor y la ToleranciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora