𝕏𝕍𝕀

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Bastian se preguntaba si el que Phil se hubiera enterado de su relación con Ian había sido lo mejor. El hombre no bajaba la guardia en ningún momento entorno a los dos, y según Ian, era porque Phil era como un tercer padre para él, así que se tomaba su papel sobreprotector muy en serio.

Bastian se sentía constantemente a prueba, como si Phil tratara de definir si era digno o no de Ian.

Aquel día se encontraba ayudando al hombre a ordenar unos documentos, mientras esperaba la hora a la que debía recoger a Ian, cuando el mayor lo llamó.

—Oye—miró a Phil—. ¿Qué harás cuando tengas que regresar a dónde perteneces? —Phil no tenía ni la menor idea de adónde pertenecía Bastian, pero lo que sí tenía en claro, era que él debía regresar a su hogar tarde o temprano—. Si haces llorar a Ian, te perseguiré hasta los confines del mundo para golpearte.

Bastian no quería pensar en eso.

Lo había hablado con Ian en las noches anteriores, pero siempre habían llegado a la misma conclusión: Que no pensarían en lo que harían hasta que el día llegara.

—Cuando llegue el momento, lo sabremos—Phil frunció aún más el ceño ante la respuesta de Bastian.

—Es la primera vez que veo a Ian en una relación, así que estoy preocupado. Lo suyo se ve muy serio para que de repente desaparezcas un día sin dejar rastro—Bastian miró el reloj en la pared, y se levantó.

—Me iré ya.

—Oye, ¿estás ignorando lo que digo? —el príncipe recogió el teléfono que Ian le había regalado, y lo guardó en su bolsillo.

—Nos vemos mañana, Phil—comenzó a caminar a la salida.

—Nuestra conversación no ha terminado, muchacho—logró escuchar, antes de salir de la estación de policía.

Suspiró, recibiendo el viento helado sobre el rostro.

Había estado tanto tiempo en Londrard, que ahora no estaba seguro sobre si quería volver a Dria.

Claro, él quería volver a ver a su familia y asegurarse de que se encontraran bien, pero no estaba seguro sobre la idea de quedarse permanentemente en Dria cuando lograra volver a verlos.

Sacudió su cabeza, y siguió caminando.

Había llegado a la entrada de la universidad de Ian cerca de las siete, y lo esperó con paciencia.

—¡Bas! —escuchó que lo llamaban, por lo que volteó, y ahí se encontraba el chico, con una sonrisa adornando su rostro, acompañado de un par de amigos.

Ian llegó a su lado, y le dio un corto beso en los labios.

—¿A que no creerás quién aprobó su examen de geografía? —dijo, con emoción.

—Debería estarse preocupando por el proyecto final—dijo una de las chicas, riéndose.

—Deja de ser aguafiestas, Samarah.

—Equis—Samarah hizo un gesto con la mano—. Los chicos y yo iremos a comer, ¿vienen con nosotros?

—Tal vez otro día—Ian sonrió, y se despidió.

—¿Cómo has estado hoy? —preguntó Bastian, mientras entrelazaban sus manos, y comenzaban a caminar.

Iban a cruzar la calle, cuando el instinto de Bastian lo detuvo.

—¿Bas? —jaló a Ian hacia atrás, justo a tiempo antes de ver un dardo pasar frente a ellos.

El dardo impactó contra un árbol y se esfumó en una nube de color rosa.

La Guía para Príncipes y Princesas sobre el Amor y la ToleranciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora