𝕏𝕃𝕀

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—¡Buenos días, pastelito! ¡Dria te dice "Hola~"! —canturreó Alyssa a la mañana siguiente de la coronación, mientras abría las cortinas de su habitación.

Adrian se quejó, y se dio la vuelta, con sueño.

—Vamos, Adrian. ¡Levántate!

—¡Sí, príncipe Adrian! ¡Levántese! —la secundó la voz de su pequeño amigo dragón.

—Syd, haz lo tuyo—decía Alyssa, mientras levantaba a la fuerza a su hermano menor.

—¡Vamos, príncipe Adrian! ¡Sonría! —decía el dragoncito, volando por todos lados—. ¡Hoy tenemos una mañana brillante que se merece una sonrisa!

—Acabo de despertar—dijo, como si no fuera algo obvio.

—Los necesito a todos ustedes en el comedor—dijo su hermana mayor, con una sonrisa—. Tenemos mucho que hacer, así que ponte esa ropita tan linda que tienes, y apresúrate—salió de la habitación.

En contra de su voluntad, hizo lo que su hermana le pidió, y tuvo un desayuno con su familia como pocas veces lo había visto. El ambiente era mucho más ligero y cálido.

Pareció haber escuchado a su hermana decir que la regla de no hablar en las comidas sería rota, porque en su somnolencia pudo escuchar a su familia interactuar entre sí. Y por lo que había entendido, Hearth y su madre se habían retirado más temprano esa mañana de vuelta a Cier, pues ambos tenían mucho trabajo que hacer y poco tiempo que desperdiciar.

Miró a su padre, que se encontraba hablando animadamente con su hermano perdido y con Bastian.

Era muy extraño cómo todo parecía estar en su sitio. Como si los casi 30 años que estuvieron separados hubieran desaparecido. Adrian ni siquiera sentía que estas personas eran desconocidos para él y sus hermanos.

—¿Y cómo dices que se llaman esos aparatitos?

—Teléfono, padre—le contestó Bastian, divertido—. Ian siempre me molesta porque cuando nos conocimos creí que era una tablita—Adrian se rio, y miró a Alyssa, que charlaba con su madre.

—¿Y puedes creer que lo que más hice fue dormir? ¡Me avergüenza mi resistencia! —miró a Adrian—. Y para la próxima, Adrian, no me hagas un vestido. Fue horrible.

—No habrá una próxima—le respondieron, incluido Syd, que se encontraba sobre la cabeza de su hermana, jugando con su cabello.

—Ay, son unos aguafiestas—refunfuñó.

—Cuando escuché que tu hija se montaría en un viaje tan peligroso, creí que te habías vuelto loco por aceptar un plan tan descabellado —dijo Damen, a su padre—. En Dreil fue todo un escándalo.

—Fue en contra de mi voluntad, para ser sincero—admitió su padre—, pero supongo que las cosas se dieron como debieron darse—Damen le regaló una sonrisa comprensiva.

—No te he agradecido correctamente por tu ayuda aquella noche —dijo Alyssa, con algo de timidez.

—No necesitas agradecer —Damen acarició el cabello de su hermana, y le sonrió, con algo de tristeza—. Hubiera hecho eso y más, Alyssa. Ahora que sé que somos familia, no dudes en pedirme ayuda si lo necesitas, ¿de acuerdo? —su hermana mayor asintió, con entusiasmo—. Sé qué harás un buen trabajo.

—¿No te molesta que no puedas ser Rey, incluso ahora? —preguntó Alyssa, nerviosa. Adrian sabía que, a su hermana, aquella duda siempre le iba a rondar en su mente, a menos que se lo preguntara directamente.

Damen soltó una risilla.

—No me molesta —le contestó—. Cuando era joven, anhelaba ser Rey, pero por Cecil, nunca me arrepentí de dejar todo atrás. Ha pasado mucho tiempo, y no creo que pueda cumplir con ese papel. Amo Dria, pero ser el Rey no es mi lugar, sin embargo, estoy seguro de que es el tuyo.

Adrian miró a la persona sentada frente a él. Cecil observaba atentamente la conversación entre los demás, y solo sonrió con cariño hacia su esposo.

Tú eres como Damen, Alyssa —dijo, por medio del lenguaje de señas—. Sé que te espera un camino brillante por delante.

Adrian cayó en cuenta del hecho de saber comunicarse por medio ese lenguaje. Era una educación que no todos recibían, pero desde que eran niños, les habían enseñado a hablarlo. Se preguntó si la razón había sido Cecil.

Observó con más detalle a la pareja.

Cecil se había convertido en el esposo de Damen años después de haberse ido del palacio, por lo que le habían contado. Y según observaba, ambos se encontraban profundamente enamorados.

Adrian sonrió, y siguió comiendo su desayuno.

Había un sentimiento latente en su pecho, el cual le aseguraba que las cosas mejorarían.





—Alyssa, ¿por qué nos tienes a todos aquí? —preguntó Adrian, bostezando.

Damen y Cecil se habían retirado después del desayuno a Dreil, pues tenían que volver a sus labores.

Sus padres prometieron visitarlos, y la pareja prometió visitar el palacio más seguido, también. Adrian suponía que no era fácil volver a acostumbrarse a un lugar tan extravagante como su hogar.

—Deja ya la pereza— Bastian le dio una palmada en la espalda, dejándolo sin aire.

—Te odio—logró decir, tosiendo, a lo que su hermano solo sonrió.

—Bueno, saben que Bastian se irá en una semana, por lo que no tenemos tiempo que perder. Necesitaré la ayuda de todos ustedes para poder crear planes de todo lo que quiero hacer.

—Pero...—miraron a su padre—. ¿Me necesitas a mí? ¿En serio? —parecía genuinamente sorprendido.

—¿A ti? ¿Te refieres al antiguo Rey de Dria que dijo que me apoyaría en lo que necesite? ¡Por supuesto que te necesito a ti! Y madre tiene unas ideas increíbles, pero ese idiota de Lucio jamás la dejó decírtelas—resopló.

—¿Y por qué me necesitas a mí? —Adrian frunció el ceño, y su hermana sonrió.

—Quiero que seas mi consejero.

—¿Qué?

—¡Sí! —se rio—. Es decir, no quiero que estés pegado a mí todo el día, claro. Pero si quiero que las cosas funcionen, necesito a alguien de confianza. ¿Aceptas?

Adrian miró a su familia, con una ceja enarcada, para luego regresar la mirada a su hermana.

—¿Te parece correcto? —la sonrisa de su hermana se congeló, como si estuviera considerando darle un golpe por su pregunta.

—¿Alguna vez he propuesto algo sin saber de antemano que sea correcto? ¿Qué clase de pregunta es esa, niño?

—Uhm... De acuerdo. De acuerdo—aceptó, a lo que tanto como ella y Syd chocaron las cinco. El dragón era tan chiquito que la escena era hasta tierna.

—¿Y qué planeas hacer, Alyssa? —su hermana sonrió con malicia ante la pregunta de su madre, y Adrian supo que tendrían un largo camino que recorrer.

La Guía para Príncipes y Princesas sobre el Amor y la ToleranciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora