𝕏𝕏𝕀𝕀

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El Gran Salón estaba sumido en un silencio tan tenso que era casi insoportable.

Clarissa tomó voz del asunto, levantándose, antes que Lucio hablara.

—Buenos días—sonrió, tratando de aligerar el ambiente, sin lograrlo—. Creo que es momento de hablar de las cosas que nos conciernen. Como ya sabrán, el Rey no se encuentra en el mejor estado de salud, por lo que el regreso de nuestro primogénito es una gran noticia. Ahora, Bastian deberá tomar una decisión.

—Debería sentirse afortunado de que el Rey lo deje tomar una decisión—masculló Lucio, desafortunadamente, pudo escucharse perfectamente.

—Entonces—la Reina lo ignoró, y volvió a dibujar una sonrisa en sus labios—, Príncipe Bastian, Primer Hijo de la Casa Real de Dria, ¿cuál es la decisión que tomas?

Bastian e Ian se miraron mutuamente.

Bastian le dio un apretón a su mano, y luego dio un paso al frente.

Cruzó una mirada con su hermana, que le mostraba unos ojos llenos de orgullo.

—He decidido tomar mi lugar como heredero al trono de Dria—su voz resonó en todo el salón, y luego todo quedó en silencio.

Adrian no pudo evitar quedarse sin aliento ante lo que acababa de escuchar.

Su mirada pasó de su hermano a Ian, y luego volteó hacia Alyssa, que parecía satisfecha con lo que acababa de escuchar.

Adrian no sabía qué hacer, por lo que solo dirigió su mirada hacia el trono. El propio Rey parecía no creer lo que había escuchado, pero pronto su rostro se había transformado.

La sonrisa que se había dibujado en sus labios rara la había visto. Jamás había estado dirigida a él.

El Rey se levantó del trono, y se acercó a su hijo mayor.

—Yo sabía que tomarías la decisión correcta, Bastian—le dio un apretón fuerte en el hombro, y luego algunas palmadas en la espalda.

Adrian sintió una punzada en el corazón.

El orgullo en los ojos de su padre era tal, que lo hacía sentir indispuesto.

Él estaba bastante seguro que jamás había recibido esa mirada.

—Lo hago por el bien de Dria, y de tu salud, padre—le contestó Bastian, con voz monótona—. Espero que aceptes que me ocupe de todos los deberes reales en lo que te recuperas de manera adecuada—Adrian tuvo que apartar la vista. No podía ver más.

No vio a su padre retirarse del Gran Salón, pero sí vio lo que hizo su madre después.

Clarissa se había acercado a Ian, y tomó sus manos.

—Me apena que todo haya terminado así. Eres un gran muchacho, Ian.

—No se preocupe, Reina Clarissa —Ian sonrió con timidez—. Todo estará bien.

Clarissa solo le devolvió la sonrisa, y se llevó las manos a la parte posterior del cuello.

Adrian divisó el collar de oro que su madre acababa de quitarse, y se llevó una mano a la boca, impresionado.

—Acepta esto, por favor—dijo Clarissa, con el collar colgando en sus dedos.

Ian dio un paso hacia atrás. 

—Reina Clarissa...

—Bastian me lo dio cuando era un niño. Me lo dio porque era la persona que más amaba en el mundo, pero ahora que eso ha cambiado, me parece que debo dárselo al verdadero portador.

La Guía para Príncipes y Princesas sobre el Amor y la ToleranciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora