36 | parte 1

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Notita antes de empezar:

¡Hola, mis nenes preciosos! Feliz navidad, año nuevo, San Valentín, pascua, y todo, chsm.

Lo sé, me desaparecí, perdón por hacerlos esperar y gracias a todas esas personitas que se interesan por mi desastre y me mandan su lindo mensajito de: ¡actualiza, pendeja! (no es sarcasmo, así lo hacen y la verdad me gusta jiji).

Sólo para avisarles que hubo un cambio de planes a último momento. Se me ocurrió algo y pues, para incluirlo, cambié un poco el capítulo pasado. No fue mucho, sólo la última parte de la llamada y eso. No se pierde el hilo de la historia, no se preocupen.

Espero lo disfruten, acabo de salir de un bloqueo brutal y pues, me esforcé.

Ya bye, los amo.

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Nos quedamos ahí, en medio de la oscuridad sin saber qué hacer. Johann prendió una lámpara de noche que estaba a un lado de su cama y se giró hacia mí. En su linda carita solo había una tierna confusión.

—¿Y ahora...? —dejó la pregunta en el aire, incitándome a tomar la iniciativa.

«Sólo vine a conversar amistosamente con él, no hay de qué preocuparse».

Caminé hacia su cama con toda la libertad y me senté en la orilla de esta. No me di cuenta de lo mal que podría interpretarse eso hasta que lo atrapé mirándome de más las piernas. Subió a mi pecho y luego a mi rostro. Me sonrojé de la pena y se me formó un nudo en la garganta.

«¿Dónde estaba lo amistoso en eso?».

Tuve que aclararme la garganta de un carraspeo y cruzar los brazos frente a mí, dándome algo de seguridad.

—No lo sé, no creí que llegaría tan lejos —bromeé, haciéndome la que no vio nada.

Estaba segura de que ninguno de los dos quería volver a hablar de mis problemas amorosos, ya suficiente habíamos tenido con lo de hace un rato. Quería... no lo sé, su compañía solamente.

Además, como él mismo lo había dicho, debía aceptar la decisión de ellos y superarlo.

Eso era lo que estaba haciendo.

Johann se acercó a mí y se sentó a una distancia prudente, recargándose en la cabecera de la cama. Tuve que girarme un poco para poder verlo de frente. Sus ojos se habían obscurecido y sus mejillas tenían un ligero sonrojo, casi imperceptible. Lucía guapísimo. No, más que eso. Era... asombroso, sí, demasiado bueno como para no querer tocarlo.

Lo detallé a fondo. Su nariz recta, su mandíbula, sus labios suaves y apetitosos, sus cejas, ese pequeño lunar en su pómulo. Quise tocarlo, absolutamente todo. Deseé poder levantarme y...

—Mi abuelo parece otro —habló de la nada, sacándome de mis calenturientos delirios.

Volví la mirada perdida hacia él y más boba no pude verme.

—¿Qué?

—Que nunca había visto a mi abuelo encariñarse con alguien fuera de la familia —confesó, escapándosele una ligera risa.

Parpadeé como estúpida y rápidamente volví en mí.

—¿Eso es cariño? —fruncí el ceño a juego y él volvió a reírse.

Ah, es tan lindo cuando sonríe...

«Basta, hormonas locas».

—Dale tiempo, ya está viejito y empieza a perder la noción de las cosas.

Irresistible tentación © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora